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Crónica de Viaje

RICARDO RUBÍN

ESCENAS DE NUEVA YORK

En algunos zaguanes, hoteles, terminales de trenes y autobuses y en sitios acondicionados en las calles de gran movimiento en Nueva York, están los limpiabotas que ofrecen sus servicios y dejan brillante el calzado.

En Primavera y en Verano, los limpiabotas se instalan en parques y banquetas, sin estorbar el paso de los transeúntes... Tienen que mostrar a los policías su permiso para trabajar, que suelen pedirlo una o dos veces y después ya no porque están debidamente identificados por ellos... Se dice que aparte de los mil 680 limpiabotas registrados, hay más de 800 que trabajan sin licencia.

Hay limpiabotas de clase superior que trabajan en buenos hoteles, peluquerías de lujo o en salones especiales donde hay altos asientos para el cliente, a quienes le ofrecen el periódico del día o revistas picantes para que lean, mientras se les deja el calzado como nuevo. Son limpiabotas que cobran caro y reciben buenas propinas.

Estos limpiabotas tienen buenos clientes fijos que muchas veces los hacen ir cierto día de la semana a sus casas, para que limpien el calzado de su esposa y de sus hijos... Algunos de estos limpiabotas, gracias a su relación con esos clientes ricos, han logrado beneficios extras para ellos o su familia.

Cuando el Verano aprieta realmente, salen a relucir en Nueva York los coches convertibles y las carretas de Central Park tiradas por mansos caballos, que tienen en espera largas colas de clientes... Las mujeres usan vestidos vaporosos y faldas cortitas, y en los autobuses el aire acondicionado zumba a todo volumen... Es la época de los mirones que gustan espiar a mujeres en ropa interior a través de las ventanas abiertas de sus departamentos.

A esas mujeres no parece importarles que las vean mientras van y vienen con vasos llenos de hielo y agua que beben o se ponen sobre la frente y mejillas para recibir el frío.

Sin electricidad en Verano, Nueva York es el infierno mismo y muchos recuerdan el 12 de mayo 1939, cuando a las 2:49 de la tarde se fue la corriente y la mantequilla se derritió en los refrigeradores.

Ventiladores y aires acondicionados dejaron de funcionar, los elevadores se detuvieron, y todos los que se rasuraban con maquinillas eléctricas salieron a comprar hojas y rastrillos.

El apagón duró hasta medianoche y muchos neoyorquinos se acostaron sin cenar, porque sus estufas eléctricas no funcionaban. Al día siguiente, llegaron tarde al trabajo porque sus relojes eléctricos estaban muertos.

En Central Park y en las esquinas de mayor movimiento hay vendedores de hot dogs y hamburguesas. Despachan su mercancía desde carritos acondicionados especialmente para ello, y venden refrescos, chicles y cigarrillos.

La gente que trabaja en los alrededores de esos pequeños comercios ambulantes y los transeúntes que circulan por allí, se detienen a comer rápido un hot dog o una hamburguesa y a beber un refresco para seguir su camino.

Los policías caminan arriba y abajo de las calles más concurridas porque son las preferidas de los ladrones, que de un jalón le arrebatan el bolso a las mujeres descuidadas y salen corriendo, o a quienes con una agilidad sorprendente sacan la cartera del bolsillo de hombres confiados que se ven envueltos en un congestionamiento de gente en cualquier esquina? Los policías neoyorquinos sufren más que muchos en Verano porque tienen que usar esos uniformes azules y gruesos que los hacen sudar y que les impiden libertad de movimientos. Muchos se refrescan a la sombra de los árboles o de marquesinas y desde allí hacen su trabajo de vigilancia.

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