TÍVOLI Y EL HOMBRE QUE VIVE EN EL PASADO
Tívoli, Nueva York es el pueblo que puede llamarse pequeño porque sólo tiene 800 habitantes.
Allí vive, en una casa sin instalación de agua potable, Laurence Gilbert Broadmoore, reparando pianolas, vitrolas y otros viejos artefactos de música.
Laurence es de corta estatura, usa anteojos de abuelita, bigote bien recortado, el pelo partido a la mitad y camisas de cuello alto almidonado. Parece la figura de una edad de fotografías antiguas y amarillentas de aquellos álbunes familiares que ya no existen. Lo cierto es que, hasta donde puede, Laurence vive, se viste y actúa como si viviera en el siglo antepasado.
L. G. Broadmoore, como le gusta que lo llamen, escogió por voluntad propia vivir al estilo del siglo XIX porque dice que es una época que lo cautiva. También como protesta por la destrucción que la modernización hace de los viejos y hermosos edificios de épocas pasadas.
Los padres de Laurence no comprenden del todo la actitud de su hijo, pero lo ayudan y lo quieren... Él dice que de joven vivió en una casa grande de Ohio, pero que no era feliz. Se sentía solo y diferente a los demás. Cuando salía de la escuela iba al centro de la ciudad a ver los museos y admirar los hermosos edificios que aún quedaban.
La idea de vivir en el pasado le vino como una inspiración repentina. Si no era feliz viviendo en ese siglo, lo haría como en el anterior, y decidió establecerse en Tívoli, que conocía de niño, y que era el lugar apropiado.
Se mudó y alquiló una casa sin calefacción, ni agua corriente, consiguió catálogos y revistas de 1890 y se mandó hacer ropa de aquella época. En su casa no tiene refrigerador, sino una hielera, para la que compra todos los días una barra de hielo. Compró un Ford 1949, el más antiguo que pudo conseguir, de arranque de manivela, y cocina en una estufa de carbón. El agua la saca de un pozo, con una bomba manual. Vive solo con un gato.
Los padres de Laurence lo ayudan a que pague el alquiler, porque no hay muchos instrumentos musicales antiguos qué reparar. Sin embargo, como vive junto al Hotel Morey, él único de Tívoli y generalmente vacío, consiguió juegos mecánicos y musicales muy antiguos que son la delicia de los niños, a quienes cobra un dólar por jugar.
Tiene una fotografía de Thomas Alva Edison, el inventor a quien más admira, una vieja maquina de escribir Remington, y un teléfono de manivela, pero sin línea.
Escucha discos de 78 revoluciones en un fonógrafo de cuerda, y no tiene radio ni televisión... Jamás compra el periódico, y se acuesta a dormir a las 9:00 de la noche. ?No me interesan los acontecimientos actuales, sino sólo mi forma de vivir?, dice. Es como la figura de cera de un viejo museo.