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CRÓNICA DE VIAJE

RICARDO RUBÍN

COSAS POCO VISTAS EN NUEVA YORK

En Nueva York, no todos van al cine a ver las películas que se exhiben en las salas de Times Square y la Octava Avenida.

En esos cinematógrafos hay colas de gente que esperan a que abran las puertas para entrar y acomodarse a dormir... Hay funciones de dos y tres películas, y quienes van allí son vigilantes nocturnos, conductores de camiones, homosexuales, limpiadores de oficina, desamparados, gente sin hogar, empleados de restaurantes y personas que padecen de insomnio.

La mayoría vive demasiado lejos de donde trabaja y tiene que volver en una o dos horas. Entran al cine, se acomodan en una butaca y se duermen sin importarles la película.

Hay gente que entra todos los días al mismo cine y nunca ve las películas. El boleto es más barato que el del más modesto hotel, y tienen aire acondicionado, oscuridad y nadie les pregunta si llevan equipaje y tarjeta de crédito.

Uno de los cines preferidos de esa gente es el Liberty, por sus buenos cojines, lo mismo que el Selwin, donde siempre hay reestrenos.

En el Victory pasan películas de vaqueros, y en el Lírico, de terror... El cine Apolo, donde siempre exhiben películas extranjeras, generalmente está lleno. El dueño de otra sala cercana investigó a qué se debía eso, y descubrió que la mayoría del público que va allí es sordomudo, y que muchos leen los diálogos traducidos al inglés e impresos en la cinta. El Apolo es quizá el cine que tiene el mayor público de sordomudos en Nueva York.

No todos saben que en la azotea de los almacenes Liberty-Park, en el 43 de la calle 64 Oeste de Nueva York, hay una réplica de la Estatua de la Libertad, construida en 1902 por encargo especial de William H. Flattua, dueño de dichos almacenes.

La estatua tiene 16 metros de altura, mientras que la original que construyó Bertholdi frente a Manhattan tiene 45 metros de altura... La réplica de esa estatua la mandó construir Flattua por razones patrióticas, y hasta 1912 tuvo una antorcha encendida, una escalera de caracol y un mirador en la cabeza, desde el que se tenía un bonito panorama de la ciudad.

Un día la escalera se rompió durante una tormenta, y los escolares que la visitaban ya no fueron aceptados por falta de seguridad... Flattua murió en 1931, pero dejó dinero en su testamento para que su réplica de la Estatua de la Libertad se conservara... La estatua ha pasado a ser una simple curiosidad para los vecinos del barrio, pero no ha tenido la atracción que tuvo cuando Flattua vivía. Como dice una vecina: ?¿pocos de los que vivimos en Nueva York miramos hacia arriba, habiendo tantas cosas que ver a la altura de los ojos??.

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