Acabado el sitio de la gran Tenochtitlan, al final de las matanzas y los horrores que por fin dieron la victoria al brillante Hernán Cortes, después de tanto sacrificio, vino el momento esperado por los invasores: hacer las cuentas, ver de a cómo les tocaba. La cuestión es que el oro se había perdido o había sido escondido en la refriega y nadie sabía nada de él. Todos estaban con las manos vacías y muchos sospechaban de Cortés. Así pues, por las mañanas, pintadas en la barda de la casa del conquistador en Coyoacán, aparecían coplas satíricas, dibujos, insultos y frases que señalaban a Cortés como ladrón, codicioso y abusivo. Cortés respondía a sus críticos con pintas en el mismo muro. Se hizo una guerra de graffiti donde el conquistador, ingenioso, muchas veces salía ganando (?pared blanca, papel de necios?, alguna vez escribió). Así que las pintas y mentadas que adornan la casa de Elba Esther Gordillo no son, para nada, algo nuevo. Es de todos sabido que a la raza le encanta dar a conocer su opinión en la vía pública; muchas broncas políticas, sindicales y amorosas se discuten a golpe de spray sobre algún muro. El graffiti es una de las manifestaciones populares más antiguas, es el testimonio de un impulso que oscila entre lo artístico y lo vandálico. Picasso era devoto del graffiti y el fotógrafo Brassai fotografiaba (o mejor dicho cazaba) graffiti por las calles para después llevar las imágenes al estudio del maestro. El tema es tan amplio que basta con teclear ?graffiti? en algún buscador de Internet para encontrar ?literalmente- millones de sitios o artículos alusivos a esta manifestación que hoy se ha vuelto parte integral de la cultura urbana juvenil. En Torreón el graffiti es ilegal y está fuertemente penalizado, lo cual si bien ha resultado en una ciudad relativamente libre de pintura vandálica, también ha anulado la posibilidad de hacer del graffiti una manifestación artística. En este sentido resulta sumamente valiosa la iniciativa de conocida empresa metalúrgica, que este fin de semana celebró el concurso nacional de graffiti Unidos por la Vida, durante el cual puso las inmensas bardas que rodean su planta industrial a disposición de centenares de chavos que, armados con sprays y de manera ordenada, hicieron varias imágenes alusivas al título del evento. Dos cosas quedaron claras: una, hay una cantidad inmensa de chavos interesados en el graffiti y dos, no todos, pero algunos de ellos en verdad tienen una gran calidad artística. Las bardas harían salivar a cualquier chavo y si no hubieran hecho este evento, igual estarían pintadas. La diferencia es que las pintas que las adornan son producto de un esfuerzo real de los chavos, no son actos vandálicos, son imágenes que tienen un mensaje y una presencia que las valida. Anthony Sánchez, graffitero norteamericano, fue juez en este evento y en una breve charla me comentó acerca de la gran competencia entre los graffiteros del otro lado, de su conocimiento del oficio, de cómo se les valora y de cómo en países como Alemania un graffitero incluso puede vivir de su trabajo, que resulta muy bien pagado. Aquí queda la moraleja para las instituciones privadas y estatales. El graffiti, como muchas otras manifestaciones del arte puede ser penalizado y adiós problema (aparentemente). O se puede actuar de una forma más estratégica, más incluyente y encauzar esta manifestación al punto de volverla una forma más de la expresión artística integrada al paisaje urbano. No es un asunto fácil de resolver, pero como se ha demostrado en otras ciudades del mundo, el graffiti puede ser una parte sumamente importante en el engranaje cultural. Es cuestión de echarle neuronas e iniciativa.
PARPADEO FINAL
Cita casi obligatoria para los que gustan de las artes plásticas, hoy en la Alianza Francesa (Matamoros, casi llegando a la Alameda), expone su obra Ana Villar, joven artista con una obra sólida y muy bien ejecutada. Los espero por ahí, en punto de las 20:30 horas. Celebremos con un vinito que sí, hay buenas propuestas en el arte lagunero. Por supuesto, la entrada es gratuita.
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