Enfant Terrible, término que define al joven artista que, convencido de su genialidad gusta de crear tremendo despapaye a su alrededor, haciendo aquellas cosas que los otros no quieren o no pueden tolerar. Este tipo de chico es temido por la sociedad y al mismo tiempo brilla con la luz de su verdad. De preferencia bien parecido y atormentado, el Enfant Terrible se ha encarnado brillantemente en Rimbaud, Mozart y Jim Morrison. En México tuvimos al Cuevas de los años 50, que rompió esquemas y le entró a los trompones incluso con Siqueiros (que por cierto le surtió duro y bonito al entonces joven imberbe). Pero hoy la figura del Enfant Terrible se ha deteriorado para convertirse en una respetable institución que sólo pide una buena pose aunque se prescinda de talento. En Torreón el asunto es más triste aún. Imaginemos la vanguardia como una piedra que cae sobre los mares del primer mundo. Las olas secundarias llegan tarde y disminuidas a nuestra ciudad. Así, sin ser una punta de lanza, los Enfant Terribles laguneros hacen una oda a la pena ajena y el humor involuntario. Lamentablemente en este punto de mi rollín semanal, me toca dar un consejo al estilo del Sr. Miyagi. Si eres artista joven en Torreón, cerciórate de tu talento, de tu ímpetu y tu disciplina antes de hacerle al monje con la camiseta del rebelde (o RBD, que es lo mismo). Por las causas antes expuestas me interesa el caso de aquellos que moderan su lado circense y emprenden un camino de trabajo e investigación personal con miras a un desarrollo a largo plazo. Entre las nuevas y gratas sorpresas está Miguel Orejel, joven escultor que presenta su obra en la Alianza Francesa. La muestra destaca por tres factores. El primero, que se trata de un trabajo cuidadoso con una museografía elegante y discreta. Sus obras remiten de una u otra forma al arte minimal y al land art. Estas influencias se agradecen y denotan que se ha tomado el tiempo para estudiar a sus antecesores. En segundo término es un alivio ver algo de arte tridimensional en una ciudad que parece tener a sus escultores entre las especies en extinción. Por último, veo con alivio que el actual director de la Alianza Francesa, Eric Lahille, cuida la estupenda reputación que la galería de la Alianza se ganó durante la gestión de Guilles Guey. Por lo pronto van dos muestras en su recién iniciado periodo (Ana Villar y la actual de Miguel Orejel) y ambas siguen la misma línea de calidad y frescura. El arte joven de Torreón sigue su rebote entre el desgarramiento y la pose, entre la discreción de quien trabaja, entre los clichés y los nuevos esquemas. De repente asoma una propuesta que huele a futuro. En este rubro está Miguel Orejel, que afortunadamente no es el único que puede dar de qué hablar en la consolidación del arte en La Laguna. Su exposición está abierta, así que aún pueden echar un ojo para sacar conclusiones (Av. Matamoros No. 170 Oriente).
PARPADEO FINAL
El arte es cruel y hoy caminamos como beduinos por horas con un paquetón de cuadros que mandamos vía mensajería hacia Morelia. Las patas nos duelen y el Israel está medio muerto tirado en un sillón. Aquí su servilleta sigue escribiendo sus desvaríos. A la mitad de un colapso de agotamiento el ?Isra? me pide que mande saludos a la gentil y guapa doctora Amanda. Y bueno, yo cumplo, ¡saludos, estimada doctora!
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