Y entre canapés y vinitos la semana pasada se inauguraron las exposiciones de Teresa Hernández, Román Eguía y Rafael Aguirre en Icocult, Alianza Francesa y Casa del Cerro, respectivamente. A su manera todas estas muestras son interesantes y es menester meter mi cuchara en ello. Teresa presenta una serie de obscuras imágenes, tan frágiles como irónicas. Renuncia a todo elemento decorativo y deja huesos y plantas unidas en descarnadas y preciosas estructuras orgánicas. Su dibujo es riguroso, prácticamente de miniaturista. El dibujo de Román, por su parte, se transforma en manchas y gruesos trazos que remiten a la memoria sensorial.
Así como Teresa muestra un total dominio en la pintura al acrílico, Román desarrolla grabados de impecable factura. Ambos se encuentran en un punto intermedio entre el dibujo, el grabado y la pintura, retroalimentándose de estas disciplinas. Cabe señalar que su producción no está exenta de intentos fallidos, pero al menos dejan claro que buscan profesionalizar su trabajo, revisando continuamente sus bases teóricas y buscando el fogueo frente a jurados en el extranjero. Para los espectadores no familiarizados con las artes plásticas resultará un poco más complicado apreciar la obra de Hernández y Eguía y posiblemente prefieran los paisajes de Rafael Aguirre.
Esto es perfectamente natural ya que la obra de Aguirre es eminentemente decorativa (hecha para agradar sin comprometer la neurona). La carencia de contenido y lo artificioso de su discurso lo eximen de toda crítica seria. Rafael Aguirre es a la pintura lo que Jaime Maussan es a la ciencia: entretenimiento trivial altamente sobrevalorado (y benditos aquéllos que juran que un mundo nos vigila y que Aguirre es el mejor paisajista de la Comarca y galaxias aledañas).
El recorrido por estas muestras revela los matices del conflicto entre artes decorativas y propuestas artísticas que exigen un poco más por parte del espectador. Conflicto que, a juzgar por los éxitos recientes de Román Eguía y Teresa Hernández tiende a una solución evidente: la sustitución de la demagogia por la crítica. El desarrollo artístico sólo es posible sobre esta base. Aquí es donde debo escribir ?he dicho? pero pa? no regarla mejor pongo ?según yo?.
Parpadeo final
Y por andar de hocicón no se me hizo la boca chicharrón, pero sí me quedó la vesícula como ciruela pasa. Así pues, hoy pasaré al quirófano para ser debidamente tasajeado.
A sabiendas de que los médicos gustan de poner música en quirófano, le pido, Dr. Anchondo, que no pongan el Pasito Duranguense, que soy capaz de expulsar los cálculos por la nariz. Estoy en sus manos y conste que ya avisé. Plegarias, mentadas, comentarios y propuestas de matrimonio (caballeros abstenerse) a:
cronicadelojo@hotmail.com
