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Crónica del Ojo / KING KONG

Miguel Canseco

El asunto es simple: érase una vez un chango panzón de diez metros que un buen día conoció a una rubia gritona de no malos bigotes. El simio se nos enamora y se obsesiona con la mentada chamacona y digo, no vamos a culpar al pobre chango, si uno vive en una isla con animales prehistóricos y cucarachas gigantes, donde lo más cercano a la diversión es romperse la crisma con dinosaurios y rascarse el ombligo a la orilla de una acantilado, entonces cabe comprender que las curvas de una dama ofrezcan sosiego aunque la susodicha pese la veinteava parte del galán. Así pues, el chango termina el idilio trepado en la última planta de un edificio capeando aviones como si fueran mosquitos. Al final da un mal paso y pácatelas, de bajada cien pisos en caída libre y nada qué Juan Escutia ni qué nada, el chango hace ¡plaf! contra el asfalto y fin del romance. Cierto, la historia es bien conocida y del dominio público. Esto de los romances entre gringas y primates tampoco es asunto a la altura de un Dostoievsky, pero bueno, el cuentito tiene su gracia. Hace 25 siendo un niño berrinchudo y con peinado de cazuela, pude ver la versión de King Kong de Dino de Laurentis, asunto que me impactó de fea manera por varias causas: una, el tamaño terrorífico del gorila; dos, aquella escena en donde (¡oh sorpresa!) se le resbala la camisa a la protagonista dejando un seno al aire durante una fracción de segundo, cuestión que me metió en un dilema pre hormonal importante; y tres, el palpitar del corazón del chango caído, que decrece y se apaga después del tremendo costalazo al caer del World Trade Center. Ya adolescente pude ver la primera versión de los años 30 que es por demás amena y encantadora. Y hace unos años, cuando me enteré que Peter Jackson iba a realizar King Kong comencé una cuenta regresiva que llegó a su culmen el día de ayer, cuando por fin sacié mi curiosidad viendo la nueva versión de esta historia de la micro bella y la macro bestia. No discutiré si éste es cine de arte o mero producto comercial. A este respecto Félix de Azúa, palabras o palabras menos y con sutil mala leche señala cuán cursi resulta el cine que, siendo un medio de entretenimiento, busca las cimas sublimes del arte. He visto ?cine de arte? que resulta más aburrido que chuparse un clavo y más pretencioso que una recitación de Paco Stanley, y he disfrutado de películas palomeras que a la postre resultan inolvidables. Así pues, como ya he mencionado más de una vez, no hay cine de arte y cine comercial, hay buenas y malas películas. Algunas tan buenas que resultan malas y otras tan malas que resultan buenas, así que es cuestión de matices. En el caso del último King Kong me atrevo a sumarlo a las buenas películas de la temporada y más aún, temerariamente la señalo como una obra de arte. Y haciendo a un lado argumentos sesudos diría que es una obra de arte porque está hecha con amor, una superproducción con sabor casero, con el sello del ex gordo Peter Jackson que presenta soluciones visuales frescas, secuencias trepidantes, humor negro y fantasía. A cada minuto de la película se siente que detrás hay un grupo de nerds que están haciendo realidad su sueño dándole vida al más glorioso de los simios del celuloide. No es una película de Spielberg donde la gente se tome mucho en serio, es una pieza sumamente divertida y que a la larga resulta conmovedora, Peter Jackson, conocedor de los resortes de la imaginación se ha enfundado en la piel del simio que presenta matices sutiles y sumamente interesantes y que por otro lado sabe cómo romperle su mandarina en gajos al que se le ponga enfrente. Una bestia frágil, inocente, poderosa. Peter Jackson hace humano al primate, hace primates a los humanos y en este tránsito de mordidas carambazos y romance se van tres horas como si fueran 15 minutos. Grandes las películas que me hacen volver a mi infancia, que hacen recordar las cosas olvidadas, que devuelven la capacidad de asombro. Con golpeteos en el pecho saludo este último filme del maestrazo Peter Jackson que le quedó de puros pelos.

PARPADEO FINAL

Ando gripiento, con tos de don Teofilito y Paty anda también con un resfriado marca llorarás. Desde las mazmorras de la gripa hacemos un llamado a los cinéfilos, una petición con tintes de orden: sí, ok, vayan a ver King Kong. Pero si aún encuentran la película Cinco Días Para Vengarse (Old Boy) véanla ya, que la quitan y es, en verdad, un filme único. Es más si traen gripa capaz que hasta se las espanta. Vale pues, feliz Navidad, pásenlo chido, nos leemos la próxima semana.

E-mail: cronicadelojo@hotmail.com

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