Sigue el periplo de mi mudanza y en medio del despapaye me agarró una gripa que me ha dejado balbuceando palabras mormadas y mocosonas al estilo de Roberto Madrazo. El único refugio en medio de este ajetreo ha sido mi computadora, la recia Trini, que hoy queda como única sobreviviente en mi ya desierta ex casa. Y a falta de televisión encuentro por Internet la noticia más sobresaliente en Estados Unidos, la muy reciente ejecución de Stanley Tookie Williams. El asunto de plano me ha enganchado. Williams fue el fundador de los Crips, una enorme e hiper violenta pandilla que durante décadas ha tenido en los bloods a sus mas acérrimos enemigos. Allá por 1979 yo era un pequeño fideo chilango y Williams tenía unos bíceps descomunales y un afro igualmente extravagante. Su ímpetu violento no se quedaba atrás y en una racha de loquera asesinó a cuatro personas con tiros de escopeta a corta distancia. En 1981 fue condenado a muerte por estos crímenes. Durante los diez años siguientes Williams fue una fichita dentro de la cárcel y se agarró a trompones con medio mundo, llegando incluso a ser apuñalado. En un giro radical en la década de los noventa, Williams comenzó un rápido proceso de cambio desarrollando sus habilidades como escritor y motivador. Denunció la crudeza de la vida en prisión, realizó obras de orientación para niños y se declaró totalmente arrepentido de haber sido pandillero. Su popularidad y el impacto de sus textos lo llevaron al punto de ser nominado al premio Nóbel de Literatura e incluso al de la paz, por haber diseñado un programa de tregua entre los Crips y Los Bloods. Sus críticos consideran sumamente exagerada la nominación al nóbel dadas las limitaciones de su prosa autodidacta, y a pesar de tan vertiginosa conversión a la santidad, varios familiares de las víctimas siguen viendo a Williams como un asesino inmisericorde (vaya, ni cómo culparlos). Si en algún punto hubo un consenso es en el señalamiento de la pena de muerte como un recurso bárbaro y moralmente injustificado. El tema se desdobla en múltiples cuestionamientos éticos, legales, raciales, religiosos pero la pregunta central puede ser la siguiente: ¿era el mismo hombre el pacifista que mataron ayer con inyección letal y el joven asesino de hace veinte años? ¿La redención es posible? Innumerables figuras públicas se manifestaron para salvarle la vida pero el portazo final lo dio el gobernador Schwarzenegger, que, atento a su perfil derechista, se apegó a la decisión del jurado y negó el indulto a Williams, que alguna vez escribió: ?gracias al Todopoderoso he despertado y quiero pasar el resto de mi vida buscando soluciones al problema de la violencia pandillera?. En su última entrevista Williams afirmó enfático: ?he sido una persona malvada, pero me he redimido?. Su camino terminó con dramáticos relatos acerca de la tardanza de su ejecución, con marchas y desplegados, con el gélido Gobernador, con el dolor de los familiares de las víctimas, con las celebridades que toman a Williams como un símbolo del triunfo del espíritu y la inclemencia del estado. Estoy seguro que a estas alturas ya se discuten los derechos de autor y se prepara el set para filmar una nueva película (o muchas) sobre Tookie Williams. Y el futuro nos dejará ver a un actor que recibe un Oscar por haber interpretado a Williams y estatuilla en mano hace un emotivo llamamiento a la justicia en horario estelar de TV. Los artistas tienen el difícil papel de ser pepenadores del dolor y perpetuadores de la memoria. Así funciona este mundo. Solomon Short decía que ?el único ganador en la guerra de 1812 fue Tchaikovsky?. En ese orden de ideas, en medio de esta compleja historia emergerá, de las huestes el
arte, un ganador que le deba la vida y el éxito a la muerte y pasión de Tookie Williams.
PARPADEO FINAL
Aaaghhh, ya son las 12:30 y sigo metido en esto del famoso Tookie. Bueno, me preparo para forrarme cual tamal y caminar a mi nueva vivienda por las calles del centro de este Torreón nuestro. Sea pues en nombre del arte. Salud a todos, nos leemos el próximo jueves.
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