(Favor de tener pañuelos a la mano)
?Siento que estoy ante una queja, no ante una obra de arte?, comentaba Octavio Paz a propósito de la obra de Frida Kahlo. Más adelante, en el mismo texto, agrega que ?esta complacencia por el patetismo daña algunos cuadros pero nuestra pintora se salva, casi siempre, gracias a sus grandes dotes de poeta visual?. En estas observaciones se encierra una gran verdad: azotarse no lo es todo. La depresión y la tragedia son bendiciones del cielo para los artistas que sin mayores herramientas técnicas tratan de salvar su obra por su contenido ?fuerte? o ?confesional?. Así pues, una de las mejores formas de buscar el respeto y la admiración reverente del público es rasgarse las vestiduras a través de pinturas, dibujos, instalaciones o lo que sea. Lo cierto es que los sentimientos sombríos por sí solos, carecen de valor.
Si el artista no respalda su pesar con un planteamiento o herramientas eficaces, su esfuerzo quedará en simple lagrimeo de telenovela. Yo sé muy bien de esto ya que por muchos años me dediqué al azote público con cuadros oscuros y dolorosos, con monitos mutilados, snif, desnudos, oh, abandonados y misteriosos (daban meyo, uuuuu). Así que ya tengo olfato para los (y las, hay que ser incluyentes) farsantes que abusan del llanto para pasar por artistas. A otro chango con esa banana, digo yo. Para no caer en trampas fácil es menester cultivar un sano escepticismo y desarrollar el hábito de hacer a un lado la paja para dejar lo valioso al descubierto.
Pero digo, yo también tengo mi corazoncito de ciruela pasa y hay cosas que me llegan sin escalas a la vena aorta. Hace un par de años el buen Jean Ba me prestó un disco que me desarmó por su desamparo y extraña belleza. Se trataba de Pink Moon, disco clave del guitarrista y cantante Nick Drake, que se quitó la vida en Inglaterra, una noche de noviembre de 1974, a los 26 años. Drake podría haber sido un modelo o galán de cine por su apariencia agraciada. Sin embargo fue un tipo tímido y silencioso, un gigantón de cerca de dos metros, sumamente delgado, con las manos en las bolsas. Robin Frederick, cantante norteamericana que deambulaba en Europa por los años 60 cayó prendada del misterioso Nick Drake sin saber que era un genio musical. En 1999, Frederick escribió un artículo sobre Drake donde explica la lógica detrás de su oscura magia musical, dejando claro que, aunado a su naturaleza melancólica, Drake fue un virtuoso ejecutante que buscó formas melódicas extremadamente complejas pero adaptadas siempre a la simpleza del rock y el canto folk. Su guitarra, su voz y el mensaje de sus canciones se tejen sofisticadas relaciones armónicas que, extrañamente, suenan sencillas. Este precario pero certero equilibrio entre el virtuosismo técnico y desamparo emocional causa una sensación de paz y desasosiego en quien lo escucha. Nick Drake habla el lenguaje natural y abismal del corazón, sin levantar la voz ni llorar ni patalear ni nada. Su voz escurre ligera, sus canciones brotan de forma modesta, con una pureza letal. Retomando los párrafos iniciales, en el caso de Nick Drake podemos encontrar lamentos musicalizados, siempre salvados por el dominio, la innovación técnica y la tremenda orientación poética del joven Drake. Encontrar tantas virtudes en un mocosón de veintiséis años siempre resulta placentero e insultante. Drake nació con estrella y se estrelló muy pronto. Robin Frederick comenta que en 1967 compartió con Drake una canción que ella compuso llamada Been Smoking Too Long. Casi 30 años después, en 1992, Frederick escuchó Been Smoking Too Long en la voz de Nick Drake, en una grabación inédita. Ella no sabía que Drake había grabado su canción: ?tuve una sensación de caída libre?, dice Frederick, ?suspendida en un puente entre el pasado y el presente?. Ésa era la voz de Drake, buscándola desde el más allá. En fin. Qué bonito es ponerse triste, arrastrar la cobija con algo de música o de cine, ponerse a juguetear en el chapoteadero de las lágrimas. Pero si buscamos viajar al sótano del alma es mejor viajar en primera clase. No se suban al vuelo del primer plañidero que se encuentren, por ahí abundan los Nick Drake que son capaces de arrullarnos en una oscuridad profundamente humana y por tanto, absolutamente luminosa.
PARPADEO FINAL
El artículo de Frederick está en Internet en http://www.robinfrederick.com/nd2.html, por su parte, la música de Nick Drake es algo difícil de encontrar. Pueden echarse un clavado en Mixup a ver si de milagro, pero seguro la encuentran en amazon.com (soltando una lana) y si le rascan en kazaa o en otro buscador de Internet, tarde o temprano lo encuentran. Hecha la sugerencia, me retiro a mis labores domésticas. También los columnistas lavan trastes. Ni modo, éste es un mundo cruel y los platos sucios apestan gacho con la calor (luego por qué se deprime uno, carambas).
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