El verbo pandear está definido en el diccionario como ?torcerse o combarse una cosa alabeándose por en medio?. Como suele suceder en los diccionarios, hay que buscar de vuelta para saber qué quiere decir ?alabear?. Venga pues: ?alabear: dar forma alabeada, curvarse?. Ahh curvarse. He ahí la definición precisa.
¿Y hacia dónde voy con esto? Va un ejemplo práctico: uno de tantos días de ocio nocturno encontrábame papaloteando por Internet cuando por azar di con una página con videos de la guerra de Irak. El asunto prometía tripas y me debatí brevemente entre mi decencia y el poderoso morbo. Como es obvio, ganó el segundo.
Click al mouse. Comenzó el video con los restos de un helicóptero y cuerpos tumefactos, ennegridos y en llamas esparcidos por el piso. El camarógrafo dice algo en árabe. Entre los matorrales surge un hombre casi ileso, al parecer el piloto del helicóptero. Intercambia palabras con unos cuates con turbante que parecen ser guerrilleros. En menos de lo que platico, le descargan una ráfaga de metralleta casi a bocajarro. Splat y más splat. Vuelan pedazos del tipo. Le pongo stop, ahí muere (literalmente). De inmediato me da una temblorina media extraña, digo, no está fácil ver cómo despachurran a un cristiano sin agua va. Me tiemblan los dedos. He ahí la cuestión: estoy pandeado. En resumen, pandearse es ceder ante una realidad que afronta y cuestiona, sentir pasos en la azotea, pedir esquina. Una cosa es la violencia real, otra la escenificada. Yo puedo retorcerme de gusto en una buena escena de batalla tipo El Señor de los Anillos, donde salpican cabezas y tuétanos desde la pantalla. Me dan síncopes de alegría con naves espaciales tronando como cuetes chinos. Y debo decir que el mayor frenesí, temblor y emoción me lo dio Black Hawk Down (2001) de Ridley Scott, traducida como La Caída del Halcón Negro donde se detallan los hechos sucedidos en 1993 durante la guerra de Somalia.
El plomo llueve a cántaros en esta formidable película que no sólo ofrece acción claustrofóbica y vertiginosa sino que resulta un recuento bastante fidedigno de lo que ocurrió en aquella batalla. Las fotos reales de la intervención norteamericana en Mogadishu están disponibles en Internet y son pavorosas: centenares de somalíes muertos y cadáveres de soldados norteamericanos vejados y tasajeados en frenéticas celebraciones callejeras. Material más que suficiente para pandearse. En la película sucede lo mismo, aunque con el acuerdo tácito de que toda la sangre y los pedazos de gente no son más que pintura y plastiquito. Es lo mismo, pero no es igual. La violencia recreada y digerida dista mucho de la violencia real, ya que esta última carece de ángulos de cámara, actores reconocidos o parlamentos interesantes. Es la brutalidad, simple y llana, como en el video de Internet. En ?La caída del hachón negro? hay espacio para una moraleja ambigua: ¿Vimos actos heroicos o pura carnicería? ¿Se defendieron o se la buscaron? Ridley Scott vuelve a las andadas este año con la película Kigdom of Heaven o Las Cruzadas, donde se relata el sitio de Jerusalén por el Sultán Saladino, ocurrido en el año 1187. Aquí también hay rompedero de cabezas al por mayor y una moraleja muy pertinente que no comento porque no es mi intención cebarles el viaje al cine. La película vale la pena. Es un filme que satisface paladares intelectuales y palomeros por igual. No está de más indagar en los orígenes de la batalla entre occidente y el Islam, bronca, que hoy por hoy, está pandeando al mundo ( y aquí termino agradeciendo al muy venerable maestro Ernesto Morales Campero que ha integrado en mi persona, de forma duradera e indeleble, los usos y matices del verbo ?pandear?).
PARPADEO FINAL
No se puede evitar un último ejemplo: le avientan la carga pesada al Peje, éste no se deja y les regresa la pelota pero ensalivada. A la hora de la hora el presidente le dice: no mi Peje, ya estuvo, stop, mejor te invito una cheve en Los Pinos y hacemos las paces. Lo dicho, Fox se pandeó, bien merecido por lanzarse como el borras. También se pandeó Madrazo que se quedó colgado de la brocha. Y de pasó se pandeó el país y todos nosotros con tanta estupidez y gandallismo. Pero seguimos rete felices. Ah, la magia mexicana.
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