No es muy cómodo viajar a la capital para aquéllos que contamos con un reducido presupuesto. De entrada hay que fumarse un autobús durante 12 ó 15 horas, tratando de dormir medio sentado. Sé que hay algunos que roncan de lo lindo en los autobuses? no es mi caso, yo no puedo pegar el ojo y menos aún con un compañero de viaje desparramando sus amplias carnes en su asiento y parte del mío como sucedió hace un par de días en mi peregrinaje Torreón-Defe en vuelo directo del jet de la pradera.
Después de vivir en estado larvario en la orilla de un asiento durante toda la noche, amanecí ojeroso y marinado en la capirucha. Raudo y veloz aterricé, busqué un lugar donde hospedarme y me di un baño más que necesario. Al poco rato estaba en el metro con dirección al bienamado Museo Tamayo, donde se exhibe la obra de Miquel Barceló, afamado artista español que según había leído es el mero mero que mueve el pandero de la pintura del otro lado del charco.
En primer lugar con triste mirada tercermundista contemplé las pinturas en formato de tres por cuatro metros pensando que a mí me duele el codo cuando se trata de comprar bastidores para pintura de más de un metro. Por ahí uno anda chiquiteando los tubos de óleo y este bato deja sendos manchones, gruesos cual verruga de ballena (nunca he visto verrugas de ballena pero supongo que deben ser gruesas y feas cual pintura de Miquel Barceló). En fin, no me gustó mucho, salvo un par de piezas que están de apantallar.
Por ahí también está la obra del artista David Lamelas. Por lo colorido de su apellido pensé que era un alter ego de Polo Polo pero no, es un artista argentino que cumple a cabalidad con el curriculum ideal del artista conceptual: estudió en Nueva York y Europa y a decir de su ficha biográfica ?su obra es un documento de su experimento vital, consistente en internacionalizarse?. Hombre de mundo que hace instalación, foto documentación, video, etc? nada nuevo, eso sí, todo muy mono y sofisticado. En una de las salas de exhibición estaba su instalación ?situación de tiempo? con diecisiete televisores sintonizados en un canal muerto, pieza que según la ficha de sala ?propone una experiencia fragmentaria y discontinua de la contemplación televisiva?. A estas alturas me dio un sueño del carambas, no sé si por la desvelada del camión o por lo ameno de esta obra. Cabe decir que Lamelas no es un artista joven y muchas de sus obras se enmarcan en los tiempos de los pioneros del arte conceptual, lo cual le da una gran validez a su trabajo. Sin embargo compruebo que el arte conceptual puede resultar tan reiterativo y cansado como la pintura de caballete (tomando en cuenta que siempre hay excepciones).
Para despabilarme crucé la acera y me di a la tarea de recorrer Paseo de la Reforma. A cada paso los párpados se me cerraban como persianas mal amarradas. Seguía pandeado de sueño. A estas alturas, no sé si lo soñé o no, di con un templete, harta gente, Betsy Pecanins cantando algo tipo ópera new age azteca, unos compadres armados de campanas y demás parafernalia musical que deleitaba a un selecto público. En medio de la gente, con un aura de santidad, estaba el Peje, atento a los requiebros vocales de la Pecanins y a los campanazos de los músicos. Seguí avanzando medio dormido por esta ciudad de baches, puentes, autos, garnachas, ciudad que se cae a pedazos y se renueva al mismo tiempo, ciudad agitada y eternamente cansada.
Me pescó el sueño en un camión y un enfrenón con chirrido de llantas y bamboleo proyectó mi cabeza contra el vidrio lateral. Tremendo tope. Andaba yo soñando que vivía en Torreón, con menos museos, menos autos y mayor tranquilidad. Soñaba con el desierto y mis amigos. Con la potencialidad escondida y latente en la Comarca Lagunera, tan distinta a este centro, rico y cerrado al mismo tiempo. No tenemos nada qué envidiarle al centro, decía yo en mi sueño. Pero el guamazo me devolvió a la realidad. Y a la manera de Monterroso, cuando desperté, la ciudad aún estaba allí.
PARPADEO FINAL
Breve, emotivo, y sincero saludo a todos los que mandaron un mail con mentadas de mayor o menor calibre por mi artículo sobre Memín Pinguín. Baste decir que aunque haya diferencias, no deja de ser surreal el agarrarse del chongo por un personaje de Yolanda Vargas Dulché. En fin. Feliz semana, nos leemos el próximo jueves.
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