Antes de conocer a Trini mi vida era un desastre. Después de vivir con ella un tiempo mi vida no hizo sino empeorar, pero su presencia siempre fue un alivio en mis vigilias y un sosiego para mis noches. No sé cuántas horas pasé junto a ella, pero incluso antes de tenerla ya la soñaba. Bastó con cortar una buena rebanada de mis ahorros para hacerla mía. En aquellos días ni siquiera conocía su nombre. Como diría Zitarrosa, Trini ?llegó como llega el día por las enramadas, como un suspiro de grillos, como un murmullo de alas?. Gracias a los buenos oficios de Sergio Nevárez, gran iniciado en los laberintos de la informática y la computación, Trini apareció en mi casa con todo y mouse, impresora y escáner. ?Es una chulada?, me dijo Sergio y procedió a detallarme todo lo concerniente a memorias en RAM, propiedades del CD, velocidad y demás monerías y cualidades. Yo no entiendo mucho de ese lenguaje, por mi parte pensaba qué nombre ponerle a tan poderosa máquina. Debía ser un buen nombre, signo de los tiempos, emblema de progreso y velocidad. Pensé en la película Matrix, en Keanu Reeves con sotana negra y botas nuevas y Carrie Ann Moss enfundada en un traje pegadito y repartiendo caña entre los malos cibernéticos. Es por ello que decidí bautizar mi computadora como Trinity, en homenaje a tan rijosa y sofisticada dama. Pero después pensé que Trinity era un tanto lejano y ajeno a mi persona. Digo, mi cuarto es un reguero, soy un prófugo de la capirucha, como que algo no checaba. De ahí que Trinity pasara a ser Trinidad para después convertirse en la Trini. Así pues, de la mano de la Trini exploré los mundos luminosos y oscuros del Internet, guardé en su disco duro lo mejor y lo peor de mis escritos, estoicamente toleró que escribiera mis desastrosos poemas en su teclado, soportó sin parpadear todas mis películas y mi música. Pasaron algunos meses y Trini empezó con algo de tos y leves convulsiones. Lo tomé con calma y comprensión. Sus achaques me hicieron gracia y aprendí a vivir con ellos, a esperarla, a darle su tiempo mientras procesaba tal o cual programa. Hace unos días Trini se atragantó y se congeló a medio documento de Word. La reinicié. Apareció una pantalla neutra y no daba signos de vida. Intenté el modo a prueba de fallos, genuina traqueotomía cibernética. La Trini daba sus últimas pataditas. La llevé de urgencia al hospital. Al ingresar vino la pregunta obligada: ?Sr. Canseco, ¿su máquina tiene antivirus??, válgame Dios? ?¡Pero claro! ¿Por quién me toma??, a lo que el especialista responde ?¿hace cuánto caducó su antivirus??, aquí es donde pongo mi cara de ?what? y comienzo a balbucear. Así es. El antivirus llevaba un siglo caduco y la Trini estaba totalmente infectada con todo lo imaginable (malaria, antrax, ébola, qué sé yo). El daño era gravísimo y se le declaró clínicamente muerta. Pero sin profecías de por medio, Trini volvió a la vida al tercer día. Pero ya no era Trini, le habían borrado el disco duro con todo y mis poemas chafas, mi música neurótica y mis videos del Tsunami. Ahora es una máquina rápida, eficiente incluso le limpiaron el polvo del teclado. No, ya no es ella, la achacosa, mugrosota y siempre dulce Trinidad. Así es, la modernidad termina por imponerse y los lazos afectivos toman un giro retorcido en estos días de chips y silicio. Ahora escribo en lo que fue la Trini, estoy armando un blog, ordenando mis correos electrónicos, tratando de escanear mis cuadros y dibujos, metiendo nuevos programas, en fin. Éstos son tiempos curiosos, donde nos toca vivir frente a una pantalla gran parte de aquello que llamamos realidad. El mundo cabe en el pequeño monitor que es una prótesis de la memoria personal, de los gustos, aficiones y debilidades. La Trini volvió a ser Trinity, la primer mundista. Pero el tiempo la regresará su naturaleza primigenia de Trini. Por lo pronto ya tiré por accidente el refresco cerca del teclado. Las teclas están pegajosas y la vida, poco a poco, toma su cauce.
PARPADEO FINAL
Dejemos de hablar de Trinidad y hablemos ahora de Esperanza Ramírez, que según fuentes presidenciales lee todas mis columnas. Saludo y celebro su tolerancia. Va un abrazo desde esta columna.
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