EL SIGLO DE TORREÓN
CD. LERDO, DGO.- Agustín Hernández es originario de la Ciudad de México, pero vive en Lerdo desde hace 30 años, luego que abandonara su vivienda y comenzara a laborar en diversos sitios como jornalero, de ?lo que haya?.
A sus 72 años, este señor se dedica a cortar leña para un negocio de carnitas. Comienza a las nueve de la mañana y termina a las cuatro de la tarde, cuando se acaba el último rastro de fuerza en su cuerpo.
?Energía tengo mucha, pero fuerza no siempre?, dice en un tono serio pero amigable, ?la paga es buena, 50 pesos al día, pero mi patrón sabe que corto todo lo que puedo y que descanso en ratitos para agarrar ganas?.
Es un anciano delgado, viste un pantalón que le queda flojo, dos camisas entreabiertas por la falta de botones y un sombrero que poco le protege del intenso sol. Sus ropas están cubiertas de polvo y astillas que ?brincan? cuando parte la leña.
Su piel es muy morena, quizá por lo mucho que ha pasado bajo el sol, no sólo en este trabajo, pues dice que también se dedicó a la agricultura, ganadería y todo lo que ha tenido la oportunidad de hacer.
?He estado en lo que se ofrece?, manifiesta, ?nunca he tenido una planta de empleo segura, voy navegando por donde sale jalecito?.
Agustín tiene apenas cuatro semanas en este trabajo, pero cuenta que no es la primera vez que corta leña. Comenta que siempre se ha desempeñado en labores físicas. Para probarlo, muestra sus manos, repletas de callos y las marcas del tiempo, aparentan más edad.
El septuagenario vive solo, platica que no tiene hijos. Su familia se quedó en la Ciudad de México y luego les perdió la vista, algunos ya murieron, otros quién sabe, ya no ha visto a nadie desde que se fue y la comunicación se perdió.
?Familia no hay, sólo amistades?, dice el hombre, pensativo, luego sonríe y agrega que ?uno va navegando con la vida?.
Cuenta que una vez se casó, hace muchos años, pero su esposa murió, no atina a decir de qué. Sus ojos se llenan de lágrimas y busca en las bolsas de su pantalón un pañuelo para secarse, sin encontrarlo. Toma un extremo de su camisa y se talla los ojos.
El anciano afirma que por eso trabaja, no tiene quién le mantenga y nunca lo ha necesitado, pues siempre ha podido trabajar. Comenta que, cuando se queda en la casa sin hacer nada, piensa en su esposa y le entristece recordar que se le ha ido, por eso mejor ?le buscamos al jale?.
Agustín continúa a la orilla de la carretera, cortando los trozos de leña en dos partes, algunos se rompen en más pedazos. Observa a los vehículos que pasan y, con un ademán de despedida, les dice ?feliz camino?.