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Cuarenta y dos años sin Pedro Armendáriz

Notimex

México, DF.- El actor mexicano Pedro Armendáriz, quien logró sintetizar el ideal masculino de la raza indígena, el charro mexicano y el hombre moderno en la Época de Oro del cine mexicano, cuya mirada reflejaba un magnetismo singular, murió hace 42 años, el 18 de junio de 1963, en Los Ángeles, California.

Hijo del chihuahuense Pedro Armendáriz García Conde y de la estadounidense Adela Hastings, Pedro Armendáriz Hastings nació el nueve de mayo de 1912 en la Ciudad de México.

Sin embargo, desde niño fue trasladado a Estados Unidos, donde realizó desde sus estudios primarios hasta los de Ingeniería aeronáutica, razón por la cual además del español dominaba el idioma inglés.

Al concluir sus estudios, Pedro retornó a México y probó suerte en diferentes trabajos. Fue encargado de un hotel, empleado ferrocarrilero y periodista, desempeñándose en este último en el semanario México Real, una publicación bilingüe de tipo turístico.

Decidido a incursionar en el mundo de la actuación, ingresó al cine en 1935 con un pequeño papel en la película María Elena, luego de la cual trabajaría ininterrumpidamente dentro del séptimo arte, interviniendo en 160 películas que se produjeron en México y 30 en Estados Unidos, Francia, España, Italia e Inglaterra.

Su tipo viril, gallardo, de valentón; cualidades físicas innatas, tales como su gran estatura y ancha espalda, sus ojos verdes de mirada dura y metálica bajo sus tupidas cejas, además de frondoso bigote caído, lo convirtieron en el sujeto ideal de millones de mujeres que soñaban con un ?hombre muy hombre?, como él.

Su fama comenzó a extenderse gracias a la cinta María Candelaria (1943), en donde hace aparición el ademán feroz y el gesto ceñudo que fuera tan característico en él, en los dramas de temática indígena, al lado de destacadas actrices como Dolores del Río, bajo la dirección de Emilio ?El Indio? Fernández y el mágico lente de Gabriel Figueroa.

El excelente trabajo de equipo de María Candelaria dio como resultado que México se trajera la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1946 y también el premio máximo de la Bienal de Venecia al siguiente año por la misma película.

Su fuerte personalidad dentro y fuera de la pantalla y su gran fuerza interpretativa lo hicieron digno de ser dirigido por los mejores cineastas de la época, entre ellos Roberto Gabaldón, Julio Bracho, Luis Buñuel y Emilio El Indio Fernández.

El nombre de Pedro Armendáriz encabezaba las películas más atractivas de la Época de Oro del cine mexicano, tales como Flor Silvestre (1943), Distinto Amanecer (1943), Las Abandonadas (1944), La Perla (1945) y El Rebozo de Soledad (1952), por las cuales recibió el premio Ariel como Mejor Actor.

Otras de sus cintas destacadas son: Enamorada (1946), El Abandonado (1949), La Malquerida (1949), El Bruto (1952), La Cucaracha (1958), Pancho Villa y la Valentina (1958) y Los Hermanos del Hierro (1961), por citar sólo algunas.

Debido al éxito de sus actuaciones fue invitado a trabajar en Hollywood y Europa, pero su carrera internacional fue menos significativa, a excepción de tres filmes de John Ford: El Fugitivo (1947), Tres Padrinos (1949) y Fort Apache (1948).

Aunque el cine mexicano hizo de Pedro un auténtico arquetipo del indígena, también lució con garbo la imagen del charro mexicano. Su mejor actuación en este género fue en Juan Charrasqueado, Canasta de Cuentos Mexicanos, El Charro y la Dama, Por la Puerta Falsa, Entre Hermanos y Los Tres Alegres Compadres.

En 1963 Armendáriz comenzó a sentir molestias a la altura de la cadera, los médicos le pronosticaron su dolor como de origen nervioso, padecimiento que fue aumentando hasta causarle tal estrago que le obligó a desplazarse en una silla de ruedas.

Tras su ingreso al Centro Médico de la Universidad de California y después de que le realizaran varios estudios clínicos, los especialistas descubrieron un cáncer avanzado en la cadera. Al enterarse de su mortal enfermedad, el actor tomó la decisión de acabar con su vida y con el insoportable dolor que padecía.

La mañana del 18 de junio de 1963, aprovechando un momento en que se encontraba solo en la habitación del hospital, Pedro Armendáriz se disparó un tiro en el corazón, mismo que lo mató instantáneamente.

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