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Cuatro años/Nuestro concepto

Hoy, el mundo occidental recuerda el momento exacto en que perdió su inocencia e inició una nueva y dolorosa etapa en la que ya no hay espacio para la tranquilidad. El once de septiembre de 2001, cuatro aviones de pasajeros fueron secuestrados por terroristas de Al Qaeda; dos impactaron el símbolo del poderío financiero de Estados Unidos, las torres gemelas de Nueva York, uno más, el Pentágono y finalmente el cuarto se estrelló en un paraje de Pensilvania, el que supuestamente tenía por objetivo la Casa Blanca.

Estados Unidos reaccionó con una cruzada internacional contra el terrorismo; invadió Afganistán, bombardeó miles de hectáreas de arena y cuevas y derrocó al régimen Talibán en esa presunta cacería -hasta el momento frustrada- del jeque saudí, Osama bin Laden. Posteriormente arrasó con el Consejo de Seguridad de la ONU; invadió Irak y derrocó a Saddam Hussein, sólo para mantener una guerra de baja intensidad que suma cotidianamente decenas de muertos, principalmente de civiles iraquíes.

Luego llegó Madrid -en ese fatídico marzo- y le siguió Beslán, en Osetia del Norte, con esas imágenes desgarradoras de niños asesinados a manos, por igual, de terroristas chechenos y comandos rusos. Hace semanas, Londres y el mundo sólo puede esperar por el próximo ataque. Nadie puede sentirse a salvo de un enemigo sin rostro que encuentra en el terror su arma más poderosa y eficaz.

El mundo occidental cambió hace cuatro años, con una nueva y más sangrienta guerra fría, la que enfrentan las naciones occidentales, todas las que de una forma u otra están vinculadas a Estados Unidos, contra el fundamentalismo básicamente islámico y sus grupos decididos, bien organizados y financieramente sólidos, que pretenden con bombas marcar el presente y futuro cercano.

Estados Unidos mantiene vigorosa su política de que el mundo entero pague el precio de su miedo; Osama bin Laden sigue burlando a los aparatos de inteligencia militar de los países más industrializados del planeta; Irak, con Hussein en la cárcel, sigue desangrándose y las células de Al Qaeda continúan planeando sus próximos golpes. Hoy, cuatro años después, el mundo sigue lamentando ese episodio dramático en que se perdió la inocencia... y tal vez, hasta la esperanza.

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