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Cuauhtémoc Cárdenas/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

vEn una sola, Cuauhtémoc Cárdenas anunció dos decisiones, una táctica y otra estratégica. La primera consiste en declinar su participación en el proceso interno del PRD por la candidatura presidencial. Y la segunda en poner su visión, su energía y sus relaciones al servicio de una opción política que no se presenta como diferente y menos como antagónica al partido que él contribuyó centralmente a fundar y del cual no se aparta.

Tres veces aspirante presidencial, candidato triunfador por el Gobierno del Distrito Federal, impulsor firme de la libertad de voto, Cárdenas es también un político realista. A él menos que nadie se le ocultaba que la contienda por la candidatura presidencial perredista le sería adversa. Haberse presentado a sabiendas de ese desenlace hubiera sido injusto para él. No puede exponerse a sufrir una derrota en el seno de su propio partido. La mayor parte de sus compañeros iban a quedar en la incómoda necesidad de esta vez no favorecerlo con su voto, porque la coyuntura impone su exigencia.

Mutatis mutandis, porque los papeles que cada uno desempeñaba en el PRD eran diferentes, hace seis años Porfirio Muñoz Ledo llegó a una conclusión semejante a la que ahora arribó Cárdenas. De presentarse a una elección interna, una vez más iba a ser batido por el todavía jefe del Gobierno del Distrito Federal. Pero su reacción ante esa evidencia fue distinta de la que ahora protagoniza Cárdenas.

Muñoz Ledo se marchó del partido, aceptó una candidatura frágil y terminó sumando su significación personal, más que una fuerza de que carecía, a la campaña del ahora presidente de la República.

En cambio Cárdenas se queda en el PRD. Pero no lo hará sólo en la condición de símbolo que ha llegado a ser. Su retiro en la búsqueda de una candidatura que se le mostraba renuente “no quiere decir renunciar a tomar parte activa en la vida pública del país”. Excluye toda posibilidad de admitir la postulación al margen del PRD al asegurar que mantiene su “compromiso y fidelidad con las luchas y los principios que dieron origen al partido”.

Y puesto que no se jubilará, ratifica su “firme decisión de seguir presente en el esfuerzo porque la izquierda vuelva a colocarse a la vanguardia de las luchas por la soberanía, la profundización del cambio democrático y el bienestar de los mexicanos, porque desde la izquierda se construya la candidatura de la mayoría política del país”. Como continuación de ese anuncio, y no en contradicción con él, insta a sus compañeros a participar en el “esfuerzo en construir el consenso en torno al país que queremos y la conformación de una nueva opción, la nueva mayoría política que la haga realidad”.

Amén de sus eminentes servicios a la democracia desde que en 1987 se enfrentó al autoritarismo priista, en la actual coyuntura Cárdenas ha venido haciéndolo con la formulación de un proyecto titulado Un México para todos. Una primera versión de ese documento fue presentada en febrero del año pasado y discutido en más de cuarenta foros hasta que en enero pasado se lanzó una segunda versión en forma de libro, con aquel título. Tiene Cárdenas, en consecuencia, autoridad moral para reprochar a la clase política el que no se dé prioridad a la discusión de ese género de proyectos y se haya deslizado la contienda política hacia la mera presentación de los aspirantes presidenciales. Aunque extiende el reproche a su partido, él mismo justificó tal carencia en el PRD porque durante once meses -del 17 de mayo de 2004 al 27 de abril pasado- el embate contra López Obrador requirió que la energía política del partido se aplicara a la defensa y la resistencia y no había espacio para la discusión programática. Ésta hubiera tenido lugar durante el mes y medio de campaña establecido en la convocatoria perredista. Pero Cárdenas juzgó que esas semanas “resultan insuficientes para una discusión seria, amplia y objetiva de las alternativas”. Su ausencia del proceso interno, sin embargo, no debería significar que ese debate, en ese lapso y más allá de él, se produzca de todas maneras, para que sus frutos se incorporen a la plataforma que el PRD está obligada a presentar dentro del proceso constitucional.

Además de esa falta de discusión programática el ingeniero Cárdenas enlista otros errores e insuficiencias de su partido: “se dejó de dar atención al fortalecimiento de su organización, a darle presencia donde los resultados han sido magros, a su crecimiento mediante la incorporación de nuevos militantes, a una comunicación interna, a combatir desviaciones y evitar alianzas electorales ideológicamente contradictorias”. No los señala para ofrecer un marco que justifique la declinación a su candidatura. De mucho tiempo atrás, cuando la victoria de Lula en Brasil condujo a pensar en una cuarta candidatura del ingeniero, éste subrayó que además de la perseverancia de Luiz Inácio Lula da Silva contó para su victoria la fortaleza organizativa del Partido de los Trabajadores y su capacidad para enlazar alianzas. Hoy sigue pensando lo mismo. Y tiene razón.

Excepto en sus dos elecciones michoacanas (de las que resultó senador y gobernador), que no me concernieron como ciudadano (y en que fue candidato priista), he votado por Cárdenas en todas las ocasiones en que desde la oposición aspiró a la Presidencia y al Gobierno de la capital. No podré hacerlo de nuevo en la elección de 2006 porque sensatamente decidió retirarse él mismo de un proceso y no dejar que la política lo retire.

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