Una vez depositado en la gruta de la basílica, el féretro fue cerrado definitivamente con sellos papales y del Vaticano.
CIUDAD DEL VATICANO (AP).- Presidentes y peregrinos, reyes y prelados, primeros ministros y religiosas se congregaron el viernes en la Plaza de San Pedro para tributar una emotiva despedida a Juan Pablo II, en el mayor encuentro de poderosos y humildes en los tiempos modernos, que atrajo a Roma a cuatro millones de personas, antes de que fuera enterrado en las catacumbas del Vaticano.
La multitud rompió en aplauso en la plaza barrida por el viento matinal cuando el sencillo féretro de ciprés, adornado sólo con una cruz y la "M" de la Virgen María, salió de la basílica y fue depositado al pie del altar para la misa.
Las campanas tocaron a vuelo y la multitud volvió a aplaudir reverente cuando se les presentó el féretro por última vez y fue conducido nuevamente dentro de la basílica por una cuadrilla de portadores de guantes blancos para su entierro en la gruta subterránea del templo.
El Vaticano precisó que el entierro, al que asistieron prelados y miembros de la casa papal, tuvo lugar a las 2.20 pm (12.20 GMT) cerca de la tumba tradicional del apóstol San Pedro, el primer Papa.
El servicio fúnebre comenzó con el canto gregoriano "Concédele descanso eterno, Señor". Cardenales con mitras blancas entraron a paso solemne en la plaza, con sus capas escarlatas al viento. Sobre el féretro se depositó un ejemplar de los Evangelios.
El cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio de Cardenales, confidente de Juan Pablo y uno de los candidatos a sucederle, aludió a "nuestro fallecido y amado Papa" en una homilía que recordó la vida de Juan Pablo como operario de fábrica en la Polonia ocupada por los nazis hasta su consagración a la cabeza de mil millones de católicos en el mundo.
Interrumpido por los aplausos al menos diez veces, el habitualmente impasible cardenal alemán a duras penas pudo contener las lágrimas cuando recordó una de las últimas apariciones públicas de Juan Pablo, cuando bendijo a los fieles el domingo de Pascua desde la ventana de sus aposentos.
"Podemos tener la seguridad de que nuestro amado papa está hoy a la ventana de la casa del Padre, y que nos ve y nos bendice", dijo ante el aplauso del público, incluyendo los prelados, mientras señalaba la ventana del tercer piso del edificio apostólico que da a la plaza.
"Hoy enterramos sus restos en la Tierra como germen de inmortalidad: nuestros corazones están acongojados, aunque al mismo tiempo llenos de gozosa esperanza y profunda gratitud", dijo Ratzinger.
Agregó que Juan Pablo, que fue titular de la Iglesia católica durante 26 años, fue "sacerdote hasta el fin" y agregó que ofreció su vida por Dios y por su grey, "especialmente en medio del sufrimiento de sus últimos meses".
Ratzinger fue interrumpido una vez más hacia el fin de la misa por varios minutos de vivas y gritos de "¡Giovanni Paolo Santo!", justo antes del cántico de la "Letanía de los Santos".
Los peregrinos que habían acampado sobre el empedrado de la plaza se despertaron temprano y se desenfundaron sus sacos de dormir para tratar de conseguir un buen lugar para seguir la misa. La plaza y la avenida que conduce a ella eran un mar de gente. Numerosos grupos hacían flamear la enseña rojiblanca de Polonia, el país natal del Papa.
"Queremos dar el último adiós a nuestro padre", exclamó Joanna Zmijewsla, una peregrina que viajó 30 horas con su hermano Szymon desde su pueblo cerca de Kielce, Polonia, y llegó a San Pedro a la una de la madrugada del viernes.
Una vez depositado en la gruta de la basílica, el féretro fue cerrado definitivamente con sellos papales y del Vaticano. Fue colocado dentro de otro féretro de cinc y un tercero de nogal. Este lleva inscrito el nombre del Papa, su cruz y su escudo de armas.
Este servicio fue presenciado por altos prelados del Vaticano. El camarlengo, cardenal Eduardo Martínez Somalo, presidió el rito que concluyó con las palabras: "Señor, concédele descanso eterno, y que la luz lo ilumine para siempre".
Antes del comienzo de la misa, el arzobispo estadounidense James Harvey, director de protocolo papal, recibió a los dignatarios y líderes religiosos de más de 100 países.
Turbantes árabes, gorros de fieltro centroasiáticos, kipás judíos y mantillas españolas alternaban con los capelos cardenalicios en una muestra notable de diversidad religiosa.
El público sentía que estaba experimentando una vivencia especial. "Estoy aquí porque soy creyente, pero también para vivir un momento histórico", dijo Stephan Aubert, con una bandera francesa envuelta sobre los hombros.
Las campanas tocaron a vuelo cuando el último de los líderes mundiales tomó su asiento. Diez minutos antes de la hora del comienzo del funeral llegó la delegación de Estados Unidos, encabezada por el presidente George W. Bush delante de su padre, el ex presidente George Bush, y otro ex presidente, Bill Clinton. El presidente estadounidense se sentó con su esposa Laura al lado del presidente francés Jacques Chirac y su esposa.
La ciudad de Roma se paralizó. El viernes por la mañana, apenas pasada la medianoche, entró a regir un cierre de tránsito vehicular. El espacio aéreo se cerró.
Las autoridades italianas tomaron precauciones extraordinarias para proteger a mandatarios y peregrinos. Dignatarios de más de cien países se hicieron presentes, entre ellos los presidentes de Irán y Siria, además de líderes judíos y musulmanes.
La muerte del Papa el sábado desencadenó una muestra de afecto en el mundo, que se tradujo en una catarata humana de unos cuatro millones de personas que vinieron a Roma.
Por lo menos 300 mil personas colmaron la Plaza de San Pedro y la Via della Conciliaziones hasta el río Tíber, donde hacían flamear enseñas de distintos países o leyendas religiosas. Algunos carteles reclamaban "Santidad inmediatamente".
Varios millones de personas observaron la ceremonia en pantallas gigantescas de vídeo instaladas en plazas romanas y en el Circus Máximus, donde un grupo de jóvenes lucía camisas con la leyenda "Los muchachos del papa Juan Pablo el Grande".
"Yo tenía un afecto especial por este Papa porque amaba a todo el mundo de todas las religiones", comentó Alex van Arkabie, que vino de Sri Lanka y que recitaba el rosario con devoción.