Los mexicanos en general arrancamos nuestros trabajos con singular entusiasmo, el problema surge al tener que proseguir con ese inicial empeño y voluntad el esfuerzo inicial; en general nos falta perseverancia para colocar las últimas piedras, habiendo puesto primorosamente y con todo entusiasmo la primera.
Una derivación de este hecho la podemos constatar en la forma con que dejamos que obras materiales incluso suntuosas, vayan deteriorándose al paso del tiempo, sin que nos preocupemos por darle ese mantenimiento necesario que provocaría que se siguieran viendo estéticas y siguieran siendo funcionales; tal y como sucede en otras partes del mundo, donde el paso del tiempo no significa obligatoriamente el deterioro y el abandono de los bienes.
Son famosas esas fastuosas inauguraciones oficiales de obras públicas, con presencia del presidente de la República, en las que inclusive se pintaba el pasto de verde, para que todo se viera como ?set? de estudio de Hollywood, pero que justo a la manera de la industria de la imaginación, una vez que se terminaba el acto protocolario, la obra recién inaugurada se convertía en verdadera pocilga.
Acabo de tener un contratiempo en una de esas magníficas autopistas inauguradas con bombo y platillo en el sexenio de Salinas de Gortari: el contratiempo se debió al pésimo estado que la carpeta asfáltica guarda en muchos de sus tramos, a pesar de las cuotas tan altas que se cobran puntualmente en cada una de las múltiples casetas.
Pues bien ninguno de los teléfonos puestos para solicitar auxilio vial funcionaron, y cuando por fin pudimos ser ayudados por una camioneta de los ?Ángeles Verdes?, éstos no tuvieron ni los más elementales recursos técnicos para auxiliar en la contingencia.
Y eso a pesar de la doble contribución tributaria que suponen las carreteras de cuota. Sería de emular la cultura que en otras partes existe, en torno al cuidado y mantenimiento de las cosas.
Ello provoca que objetos, edificios, bienes muebles e inmuebles luzcan como nuevos, mucho tiempo después de haber sido construidos y además sirvan efectivamente durante mucho mayor extensión de tiempo y espacio. Hacer buen uso de las cosas es algo que debe de enseñarse desde muy temprana edad y en todos los estratos sociales.
No es problema ni de los muy pobres, ni de los muy ricos; es una clara deficiencia nacional, que ojalá podamos revertirla en beneficio personal y de toda la nación, porque si no nos acabaremos nuestra patria en muy poco tiempo.
Como parte de ese cuidado que debemos tener para con las obras materiales se requiere dedicar dinero y esfuerzo al tema de la conservación y la reparación constante de los pequeños y grandes deterioros que pudieran irle surgiendo a dichos bienes, de modo que con una acción previsora de mantenimiento programado y de reparación rápida de desperfectos surgidos, las obras tengan una vida útil mucho mayor a la que desgraciadamente en estos momentos tiene, merced a esa actitud de desidia, pereza e irresponsabilidad con que los mexicanos muchas veces actuamos en este tema.