Río de Janeiro, (EFE).- El Cristo Redentor, la estatua de 38 metros de altura que domina de brazos abiertos a Río de Janeiro, cumplió ayer 74 años en medio de una polémica sobre su origen.
La cineasta Bel Noronha, bisnieta del ingeniero y arquitecto Heitor da Silva Costa, exhibirá a los pies del monumento de mil 145 toneladas de peso su documental "Christo Redemptor".
Con él, Noronha pretende erradicar lo que a su juicio es un mito: que el símbolo de los brasileños fue obra y regalo de los franceses.
Da Silva Costa (1837-1945) fue el ganador del concurso de proyectos para definir la imagen de la estatua de piedra y cemento, una idea que surgió en 1921 para conmemorar el centenario de la Independencia de Brasil, al año siguiente.
El "mito" planteado por Noronha comenzó a tomar forma cuando su bisabuelo, abrumado con las dificultades que ofrecía la ambiciosa empresa, viajó con sus bosquejos a Francia para obtener la ayuda del proyectista Albet Caquot y de su socio, el escultor Paul Landowski.
Este último esculpió la maqueta final, elaboró los moldes en yeso y dio los trazos finales a la imponente imagen, que desde la cima del cerro del Corcovado contempla la Bahía de Guanabara con sus brazos extendidos, que miden casi treinta metros.
Consultada en París por el diario "O Globo", Francoise Landowski reivindicó para su padre el derecho a ser considerado coautor del monumento y no apenas el ejecutor de una idea brasileña, como lo plantea el filme de Bel Noronha.
"¿Ejecutor? No, de ninguna manera. (El Cristo Redentor) Salió de la cabeza de él (Landowski)", dijo su hija al matutino carioca.
Tres años de investigaciones bibliográficas y en las calles de Río de Janeiro en busca de personas que vivieron en las décadas de los años veinte y treinta llevaron a Noronha a concluir que el célebre monumento arquitectónico tampoco fue un regalo de los franceses, como consta incluso en algunos textos educativos.
"Cuando era adolescente tampoco tenía idea de la importancia de mi bisabuelo como autor de la obra", dijo Noronha.
"Sólo recordaba a mi abuela mandando cartas a los periódicos pidiendo corrección cada vez que hablaban de que el Cristo era presente de Francia", agregó en una entrevista que publica hoy "Jornal do Brasil".
En la cinta, de apenas 26 minutos de duración, se proyectan testimonios de personas que describen la forma como voluntarios, entre ellos el ex presidente de la FIFA Joao Havelange, recorrían de casa en casa las empinadas calles empedradas del barrio Cosme Velho para recoger donaciones en pañuelos blancos.
Desde ese aristocrático sector salen los trenes de la Estrada de Ferro (Carretera de Hierro) del Corcovado que cargaron los materiales hasta la cima, a 740 metros sobre el nivel del mar.
"Hasta los indios bojorós participaron de la construcción del Cristo con contribuciones. Tengo una lista con el dinero de todos los estados brasileños, de todas las iglesias", añadió la cineasta.
La primera piedra fue puesta el 4 de abril de 1922 y las colectas públicas se realizaron un año después para concluir la obra.
La propuesta de Noronha es rechazada por su compatriota, el historiador de arte Adon Peres, autor del libro: "Paul Landowski, el muro de los reformadores en Ginebra y el Cristo en Río".
Para Peres, ni Da Silva Costa, ni Landowski deben ser considerados los creadores del Cristo Redentor.
"Ellos participaron de la elaboración. Este filme fue azucarado. Es una historia de familia", dijo el experto carioca radicado en París, para quien la autoría es de la Iglesia.
"Hay registros de un padre francés, Pierre Marie Bos, quien vio el cerro del Corcovado en un viaje y sugirió que en ese lugar fuese construida una estatua a Nuestro Señor", dijo a "O Globo".
"La idea fue retomada en 1922 por el cardenal Sebastiao Leme Cintra y fue la Asociación Católica de Río de Janeiro que abrió el concurso ganado por Heitor da Silva Costa", agregó.
Su idea original consistía en un Cristo sosteniendo una cruz con la mano izquierda y un mundo con la otra. Landowski modificó el diseño y su inauguración, presidida por el cardenal Leme, ocurrió la noche del 12 de octubre de 1931.
La primera iluminación de la escultura fue ordenada desde un yate anclado en la Bahía de Nápoles por el inventor del telégrafo inalámbrico, Guglielmo Marconi.
La luz se hizo cuando la señal eléctrica fue captada por una estación en la ciudad inglesa de Dorchester y retransmitida a una antena en Jacarepagúa, en Río de Janeiro.