Para Bernardo Sepúlveda,
orgullo de México
Sonriente la señora Merkel anuncia, por fin, la esperada alianza. Las dos grandes fuerzas políticas de Alemania, rivales históricas, -la Social Democracia y la Democracia Cristiana- con principios doctrinales en mucho encontrados, logran tejer el acuerdo. Las alianzas con los partidos bisagra serían suficientes para llegar al poder, pero no para de verdad gobernar y sacar a su país del marasmo. Suena conocido. Las fobias no son compatibles con la globalización. Los enemigos centenarios se dan la mano por segunda ocasión en la historia de ese país. Así de grave es la situación. El realismo se impone: el gran motor europeo, la economía alemana, necesita romper los grilletes que los envilecidos intereses políticos han creado. Poco crecimiento, alto desempleo, crisis en las pensiones, déficit en las finanzas públicas, como consecuencia de alta rigidez laboral, enormes subvenciones corporativas, concesiones a los gremios y a los grupos de interés. El gigante sufre las consecuencias junto con toda la Unión Europea. No es momento de fobias sino de pragmatismo. La política no puede ser motivo de la parálisis y la quiebra de la prosperidad. Suena conocido.
Las medidas no serán populares pero son las correctas: IVA del 16 al 19 por ciento y siete por ciento para productos de consumo básico, alimentos, libros y periódicos. Lo recaudado se aplicará a la reducción del déficit. Impuesto sobre la renta al 45 por ciento para los solteros con ingresos superiores a los 250 mil euros y a los casados con más de 500 mil de ingreso. Jubilaciones: se congelan hasta 2009 y la edad de retiro se incrementa hasta los 67 años en 2035. El seguro de vejez incrementa su cotización en casi medio punto porcentual. Los reajustes laborales y despidos se flexibilizarán para dar entrada a los nuevos empleos en áreas modernas y competitivas. El problema también suena conocido. Reducción de las subvenciones, incluidas las de compra de vivienda y ganancias en bolsa. Quedan pendientes: un acuerdo sobre la modificación del seguro de enfermedad y la flexibilización de los contratos colectivos por ramos y regiones para dar mayor libertad a la empresa. Con la gran alianza Alemania entra en un tour de force cuyos resultados tardarán en llegar, pero llegarán. En diez años seremos de nuevo la punta de Europa, dice Merkel sin euforia, sabiendo que antes crujirá la nave alemana.
Alemania se descuidó por muchos años. Los índices de productividad fueron cayendo lentamente. La otrora legendaria calidad de sus productos fue desplazada por los nuevos actores asiáticos. A diferencia de lo que ocurrió en otros países las grandes centrales obreras no miraron hacia delante, conservaron sus privilegios, dañaron severamente a la planta productiva y terminaron ahorcando a la empresa y generando desempleo. La población se avejentó y un sistema de jubilaciones muy cómodo pero irresponsable, resultó insuficiente. Suena conocido. Los intereses políticos hicieron que los problemas de fondo fueran evadidos y así fue hasta que les explotaron en la cara. La globalización no perdona. El impulso de ser la mayor economía europea les dio un margen de maniobra que no aprovecharon. Se acabó. La gran alianza es una acción de emergencia.
Por más tropiezos que esté teniendo, la ampliación de los mercados globales es una realidad a la que nadie escapa, ni la poderosa Alemania. Ese país es todavía el principal exportador de mercancías, pero los márgenes se reducen frente a Estados Unidos, China y Japón, en esto el letargo puede ser condena mortal. Aun sí en la próxima reunión de la OMC a mediados de diciembre en Hong Kong no se pudieran destrabar los obstáculos -principalmente los subsidios agrícolas- la presencia de China en la OMC y los multiplicados acuerdos bilaterales seguirán introduciendo nuevos retos para todos. The Economist lo ha planteado con claridad, pareciera que hay cierto cansancio ante la globalización y sin embargo se necesita más, eso si se desea que la disminución de la pobreza que registra el Banco Mundial en las últimas dos décadas, continúe.
Así, mientras el antiyanquismo ratifica en Mar del Plata la miopía latinoamericana frente a los inevitables bloques económicos, el presidente chino, Hu Jintao, no desaprovecha un minuto en sus sucesivas visitas a Inglaterra, Alemania, España, etc., para ampliar la red estratégica del nuevo coloso. La OIT sitúa la tasa de desempleo en los países latinoamericanos en casi diez por ciento, lo que equivale a casi 18 millones de desempleados. Eso para no hablar de los índices de desigualdad en los cuales el área tiene el campeonato. Pero las cifras de nada sirven, lo que se ratificó en Mar del Plata es muy claro: lo mejor que le puede ocurrir al continente es que nada ocurra. Ganaron las fobias. El retrato de los bloques en el Continente Americano se mira así: población y por lo tanto potenciales consumidores, el de Norteamérica (Canadá; EU y México) 453 millones; América del Sur (Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay) 233 millones. PIB, diez mil 900 (miles de millones de dólares) contra 639. Exportaciones, mil 130 millones de dólares el norte contra 135 millones el sur; desempleo 5.3 contra 15.3 por ciento. Las diferencias son abismales. Pero no caigamos en la ceguera de pensar al bloque de Norteamérica como algo enorme porque los datos frente a Asia lo hacen palidecer. Clinton lo vio con gran claridad desde 94. Más de una década después las fobias se siguen imponiendo.
¿Cómo se mira México en esta discusión? Atrapado sería la primera reacción. Cada nuevo acuerdo bilateral que se firma con Estados Unidos juega en contra de nuestra relación comercial. Hoy los productos Chinos y asiáticos en general desplazan a los estadounidenses en México. Nuestros déficits comerciales con Europa y Asia se agrandan. La productividad cae y mientras no se dé la nueva generación de reformas nada bueno se avizora en el horizonte. Necesitamos de nuestra gran alianza y esa sólo pareciera viable entre ciertos sectores del PRI y del PAN. Es difícil imaginar una agenda perredista y en particular de López Obrador que incluyera por ejemplo mayor flexibilidad laboral o la generalización de ciertos gravámenes para no hablar del sector energético. Quizá fuera posible, pero no hay señales. Hoy cualquiera de los vencedores, sin una verdadera alianza de gobierno, estará imposibilitado de imprimir los cambios que el mundo nos impone. Los demócratas cristianos y los socialdemócratas saben de los costos de las reformas entre sus clientelas, pero ven hacia delante. Piensan en recuperar la grandeza alemana y después en sus mezquinos intereses. ¿Serán capaces Madrazo y Calderón de contener las fobias que tanto han dañado al país y buscar un posible acercamiento a través de puntos de acuerdo muy concretos? Eso sí los llevaría a otra dimensión en la historia. Veremos.