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?De burbuja en burbuja?

Salvador Kalifa

En el inicio del segundo semestre de este año el ambiente internacional se ve tranquilo, por lo menos en los países que normalmente encabezan el inicio de las crisis. Las economías asiáticas crecieron fuertemente en 2004 y todo indica que repetirán ese desempeño este año. Los países de Sudamérica también crecerán en 2005. Las naciones europeas registrarán un ritmo de expansión relativamente bajo, mientras que China y Estados Unidos están en proceso de lo que todos esperamos sea un aterrizaje suave de sus economías.

Esta fiesta internacional, sin embargo, puede aguarse si tropieza uno de sus actores principales. La preocupación más seria este y el próximo año no se centra en los sospechosos tradicionales, como Tailandia, Rusia, Brasil o Corea del Sur. Tampoco en México o Argentina. Ni siquiera en Japón. Los problemas pueden provenir de Estados Unidos o China. Por su relevancia para nosotros, comento lo que puede salir mal en Estados Unidos.

El vigor de la economía norteamericana se ha fincado en los últimos años en sus consumidores, quienes después del descalabro bursátil del año 2000 no han reparado en aprovechar desde entonces el aumento en la valuación de sus activos inmobiliarios para continuar gastando. Esto se tradujo en un nivel de ahorro privado casi inexistente y un endeudamiento de las familias estadounidenses que registra cifras sin precedente.

La preocupación de algunos en relación con la posibilidad de estar ante una burbuja inmobiliaria y la negación de otros de que exista tal posibilidad me recuerdan el debate sobre otra burbuja a fines de la década pasada. En ese entonces el vocablo de moda era ?la Nueva Economía?, que para sus promotores significaba que Estados Unidos se encontraba en una liga económica distinta a la del resto de los países del orbe. Para ellos la tecnología de la información contribuía de tal forma a elevar la productividad, que era posible crecer en forma indefinida a tasas altas y sin presionar el mercado laboral ni el crecimiento de los precios.

Más pronto cae un hablador que un cojo, y un desplome bursátil y una recesión en Estados Unidos demostraron que dicha revolución tecnológica, con todo y sus beneficios, no acabó con el ciclo económico y las leyes económicas básicas.

En esta ocasión lo más vulnerable del dinamismo actual de la economía estadounidense es, otra vez, su puntal más visible: la apreciación de los activos inmobiliarios. El alza de los precios de las viviendas vino a sustituir al auge del mercado bursátil como sostén del consumo de los estadounidenses. En cierta forma podemos decir que una ? burbuja?, la bursátil, fue sustituida por otra ?burbuja?, la inmobiliaria.

En los momentos más gloriosos de ?la Nueva Economía?, sus defensores insistían que en esa ocasión el desempeño bursátil era distinto al de otras épocas. Para ellos la revolución informática validaba las cotizaciones tan elevadas de las acciones que, aún en los casos donde no habían obtenido un centavo de utilidades, el mercado valuaba en miles y decenas de miles de millones de dólares.

Así como probó ser una tontería suponer que ?la Nueva Economía? era menos propensa que ?la vieja economía? a burbujas del mercado financiero y a reversiones inesperadas de la confianza de los inversionistas, vuelve a serlo la expectativa de que el alza extraordinaria de precios en los mercados inmobiliarios en varios países del mundo, incluyendo Estados Unidos, no es una burbuja, o que si lo es, no tendrá repercusiones de consideración sobre la actividad económica global.

El auge inmobiliario ha durado bastante más tiempo del que muchos se imaginaron, así como el auge bursátil duró varios años más después del comentario de la exuberancia irracional de Alan Greenspan en 1998. Aun cuando no ocurra un desplome de los precios de las viviendas, el sólo hecho de que dejen de crecer o se registre un ligero descenso de los mismos puede colocar en una situación muy complicada a las familias estadounidenses, cuyo nivel de ahorro es casi nulo.

El mercado de la vivienda sacó a la economía estadounidense de la recesión provocada por el final de la burbuja bursátil, pero si se frena o revienta la burbuja inmobiliaria en un momento donde no hay un mayor gasto de inversión de las empresas o mayores exportaciones, no se ve qué burbuja pueda sustituirla como sostén del crecimiento económico de Estados Unidos.

El problema es más complicado aún, ya que el auge inmobiliario ocurre en muchos países, por lo que si revienta puede llevar a una recesión global. En algunos lugares, como el Reino Unido, Holanda, Australia y Corea del Sur, ya hay señales de enfriamiento de los precios de las viviendas. De acuerdo a The Economist, el auge inmobiliario actual medido por el incremento en el valor de los activos en los pasados cinco años es la burbuja financiera más grande de la historia. En consecuencia, el fin de este auge puede determinar el curso de la economía global por los próximos años.

Los promotores de vivienda y los vendedores de bienes raíces en general están viviendo, sin duda, una fantasía inmobiliaria. Esta situación, sin embargo, es insostenible. El problema es que entre mayor sea el auge, mayor la caída. Es imposible predecir cuándo comenzarán a bajar los precios, pero lo harán. Nadie sabe si el ajuste de precios ocurrirá en una semana, un mes, o un año. Lo que me temo es que cuando suceda puede ser bastante más perjudicial de lo que actualmente anticipa la mayoría de los agentes económicos.

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