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De la diversidad aprendemos

Luis Maeda Villalobos

Es cierto que la naturaleza no nos hizo iguales, porque si todo fuera igual, nada aprenderíamos. Por herencia, cada quién tiene su temperamento, es decir, su forma de ser gracias a la impronta del código genético que impone la individualidad y el distingo de cada quién. El derecho natural en ello, se sustenta en la libertad inalienable, pero sí corregible al bienestar como ente civilizado.

En el desarrollo, las actitudes se encuentran en un rango amplio que va del éxito al fracaso, que es la poza de experiencias diversas, de donde se aprende. Lo más preciado es saber que la propia naturaleza dotó al animal pensante de talentos, o sea aptitudes o facilidades de hacer las cosas en un entendimiento y aprendizaje con valores infinitos, y en esas variables se encuentra el fundamento final de ser triunfadores.

Por su parte, la historia del hombre nos enseña que la humanidad ha cursado por etapas de ideologías distintas, de oscurantismo religioso, de políticas diversas, con técnicas económicas diferentes, educacionales, sociales y culturales. Gracias a ello se ha tenido la oportunidad de escudriñar el mejor camino hacia el progreso y el éxito, como un común denominador que no se ha logrado todavía.

Vistas así las eventualidades, se ha de pensar que la individualidad no es mala de ninguna manera, sino ir más allá y aprovechar las experiencias de todos y formar grupos que toman lo mejor de los exitosos. Esto quiere decir que hay que trabajar en equipo, con una fe en sí mismos y en México, y lograr convertirse en empresarios triunfadores, que ya no creen en la engañifa de la explotación del hombre por el hombre.

En las diferencias aprendemos lecciones, que nos dejan aprendizajes como es el caso de quien piensa que los sábados son para ir a ver el juego de las Chivas contra el Santos, y tomar muchas cheves. Es cierto que los sábados y domingos son para descansar y son sagrados, nos gusta la pachanga, el bailongo y los cuetes. Otros por el contrario, aprovechan los fines de semana para arreglar y lavar el coche, el jardín, para convivir con la familia y jugar con los niños. Se olvidan de los problemas y viven en paz. Algunos más están pendientes de que ya vienen las votaciones y a ver que sacamos, hay que quitarle al que tiene, porque sólo los pobres van al cielo. Son los que tiran la basura en la calle o en el terreno del vecino, desperdician el agua que escasea, no plantan ningún árbol porque son programas del Gobierno y ¡apúrale vieja que el curita está llamando a misa!..., como antítesis de ¡trabajar y trabajar!, hacer las cosas honestamente, ser puntual y disciplinado, que es el secreto de ser exitoso y nada más.

Es bien sabido que la mano de obra mexicana es excelente, habilidosa y genial. El problema está en que no ha sido formado para trabajar en equipo y con la mística de servir, sino para ser servido, desaprovechando las experiencias diversas en bien del país, pensamiento de los líderes corruptos que por años están pegados a la ubre gubernamental, y quienes gustosos propalan las ideas retardatarias.

¡Tranquilo todo el mundo!, allí vienen nuevas elecciones y debemos estar pendientes de quién llega a la silla presidencial. Mientras, las facciones políticas se hacen pedazos en una lucha por el poder, menos en pensar cómo salvar a éste nuestro México haciendo equipo. Los pesimistas piensan que para qué, si somos un pueblo irredento, dependiente de los préstamos en forma de una deuda difícil de pagar, gracias a los populistas petrolizados hasta las cachas, con el pensamiento de que los combustibles fósiles como el carbón, el gas y el petróleo son eternos.

¡Cuanta mentira! Pisamos un piso falso y hay que encontrar otras alternativas de producción más firmes con el trabajo honesto en el Gobierno, de hombres respetuosos, puntuales, disciplinados, para hacer las cosas bien, y en ese orden, lograr un bien tener sustentado en la justicia.

No existe un estímulo empresarial y nuestro producto interno bruto está muy por debajo de otros países, lo que obliga a perder divisas para el pago de alimentos y otros productos de importación, porque no hay producción y cae el empleo, además de que nos invaden los productos exóticos.

Por su parte, la educación en México, en forma general, es de tipo instructivo. Los jóvenes salen listos en conocimientos universales, de vanguardia, para poder conseguir empleo, dados los avances mundiales y el progreso científico y tecnológico. Sin embargo, la educación obviamente debe ser además, de tipo formativo para lograr con honestidad, puntualidad, responsabilidad e higiene –es decir, una escala de valores morales-, empresarios de excelencia. Con disciplina, honradez y buenos conocimientos, se podrá salir del bache y un sector productivo, con buenas relaciones obrero-patronales sustentadas en la justicia, en donde el pliego de peticiones de los trabajadores sean de ofrecer y no sólo de pedir, porque el diálogo suscita unas mejores relaciones.

Ya no se vale la presión de la extrema izquierda, ni del capitalismo. Sólo el espíritu de solidaridad y trabajar en grupos hacia un fin común, a pesar de la prevalencia de la inseguridad, de la incredibilidad y la desconfianza en que se vive, gracias al egoísmo, los engaños y las promesas fallidas en un paraíso en el desierto, y las voces incesantes de los falsos redentores, que sólo están creando fracasados en vez de empresarios triunfadores.

Tenemos más de cincuenta millones de mexicanos en la pobreza, todo mundo en pleito, sin producción, y para el colmo de los males, ya nadie cree en los partidos políticos. A pesar de esto, aún existen personas honestas que se preocupan en hacer bien las cosas, por la familia, que promueven una buena educación formativa, y que saben trabajar en equipo por México.

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