Hablábamos de ellos hace muy poco.
Pero los tres lectores que tenemos nos reclamaron, diciendo que nos quedamos cortos con el tema.
Porque en él, hay mucha tela de dónde cortar.
Mencionaron que no hicimos énfasis en la forma en que se les trata en algunas dependencias oficiales o de atención a la salud.
Dicen que ellos, con su edad, sus limitaciones físicas, sus dolencias o enfermedades, tienen que hacer colas para lograr un lugar donde son atendidos.
No importa el tiempo, si llueve, hacía frío o calor, ahí tienen que esperar hasta que se abran las puertas.
Horas de espera en lugares donde hasta que llega el momento de iniciar labores se comienza el acceso.
Nadie está antes para decirles los trámites que deben llenar, los requisitos que se deben cumplir.
Y muchas veces, por falta de información, son regresados ante la mirada compasiva de quienes los acompañaron en las horas de espera.
En instituciones de salud, por las largas esperas, aumentan sus dolencias. Así ha sido siempre y así continuará, quizá por los siglos de los siglos, porque en muchas instituciones de atención a los adultos, las horas de oficina son sagradas, no hay que cambiar lo establecido ni encontrar solución que beneficie a los adultos mayores.
¿Será que por su edad se convirtieron en mexicanos de tercera, cuarta o quinta categoría?
Debería ser todo lo contrario.
Algún día, los responsables de atender estas instituciones deberían impregnarse de un sentido más humanitario y atender con más calidad a esos seres que han llegado a una etapa de su vida donde merecen más respeto y mejores cuidados.