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De La Vida Misma / Los dones

Miguel A. Ruelas

Junto al soplo divino, para darle a cada quien su existencia, el Señor otorga a sus elegidos algunos dones.

Esos atributos son un regalo muy especial para una vida más placentera.

Por ello hay extraordinarios artistas, sobresalientes profesionistas, etc.

A Antonio Parra Ruelas el Creador le regaló la alegría y la felicidad por todo lo que hiciera.

Le hizo a un lado el mal humor para dejarle el gusto por las cosas de la vida.

De esto quedó constancia en esta casa, donde él laboró por muchos años, y donde siempre se distinguió por su trabajo y muy especialmente por su espíritu alegre y de gran compañerismo.

Empezó muy joven casi cuando EL SIGLO también nacía y llegó a Jefe del Departamento de Fotograbado en aquél sistema de elaborar periódicos conocido como caliente, por utilizar en su proceso crisoles donde se derretía el metal que se usaba lo mismo para elaborar tipografía que planchas para la prensa.

Fue él quien poco después de dejar la niñez nos abrió las puertas de esta casa para incorporarnos a un mundo fantástico.

Así pudimos conocerlo más. Fue nuestro primer jefe que no gustaba de los regaños ni de las brusquedades. Pedía las cosas alegre y trabajaba contento pidiéndole a los demás lo hicieran igual. Fijaba metas y se afanaba por cumplirlas pronto para después bromear y pasarla bien, recostados en aquella carrucha en la que de madrugada se llevaba el periódico a las terminales de los autobuses, tan cerca entonces del centro. No había camionetas ni motocicletas y aquella carrucha era de mil usos.

De todo hacía bromas y decía que la vida era para gozarla y que el mal humor debería ser enterrado en cada carnaval para que no volviera durante todo el año.

Gustaba de tomar a todos de la oreja y mientras apretaba el labio inferior con sus dientes repetía el nombre de la persona en diminutivo, como una muestra de cariño y afecto.

Con todos se llevaba muy bien y dejó gratos recuerdos.

Cuando llegó la modernización, su departamento fue el primero en desaparecer pues fue adquirida una grabadora de plástico que eliminaba los clichés de lámina de zinc, y él con sus compañeros fue liquidado. Nosotros hacía tiempo andábamos de un lado para otro buscando mejores horizontes así que nos escapamos de esa liquidación.

Se fue a Estados Unidos con su familia y un día regresó para quedarse por siempre con nosotros.

Esta semana que se fue le dijimos hasta luego. Se fue sereno, tranquilo y durante su enfermedad nunca se quejó de nada. Aceptó todo lo que tiene el vivir y también el morir con el mismo buen humor de siempre.

Cuando me vaya, no quiero que estén tristes, sino recordando tantas cosas buenas que nos tocó vivir juntos, les dijo a sus familiares antes de partir.

Donde esté, seguirá gozando de los dones que El Señor le regaló.

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