Cuánta importancia tienen en la vida.
Seres prudentes, ecuánimes, honestos.
Su presencia la conocimos y la apreciamos desde niños.
Eran seres con una personalidad sólida, firme y muy respetada.
Tuvimos uno en la familia.
A él acudían en busca de consejo y muchas veces de solución.
Hacía las veces de una autoridad que brillaba por su ausencia o que no tenía atributos de tal.
En una sociedad que crece y se llena de problemas, la presencia de mediadores es no sólo necesaria sino urgente.
Hoy día, cuando los problemas y las diferencias se multiplican, se requiere del auxilio o la participación de personas neutrales que ayuden, auxilien, colaboren en la solución de problemas.
En la sociedad en que vivimos, en la misma familia, a veces surgen diferencias aparentemente difíciles de solucionar.
Pero aparece ese personaje del que hablamos que con su capacidad lima asperezas y pone las cosas en su lugar.
No hay escuela para esos seres, salen espontáneos y sin interés alguno ayudan a solucionar casos.
Al avanzar en nuestros estudios universitarios del Derecho, muchos compañeros recurrían a los enunciados de la carrera para buscar las soluciones, y curiosamente nosotros a esos conocimientos buscábamos agregar los de la prudencia y la conciliación.
Ya graduados, nuestros primeros casos por resolver los encaminamos por dicha vía, la de la conciliación, y sacamos resultados satisfactorios para todos.
Quizá estaban en la mente los recuerdos de la niñez y de las experiencias de lo que habíamos visto cerca.
Ojalá que un día, así como lo señalan los lineamientos de las relaciones del trabajo, que en casos de diferencias recurren a la conciliación y al final al arbitraje, haya en otras instancias los mismos caminos, para buscar, de la mejor forma, la solución a tanto, tantísimos problemas que todos los días aparecen en nuestra sociedad.