Aparecen generosos a lo largo de nuestra vida.
Y éstos se pueden aceptar, enfrentándolos o simplemente eludiéndolos.
Quienes los admiten, tendrán la oportunidad de mostrar no sólo su capacidad para resolverlos, sino también esa actitud que distingue a los triunfadores.
Los que los rehuyen no tendrán derecho a paladear lo que es el éxito.
Los retos aparecen temprano y van siendo cada vez más grandes.
El primer reto que aparece en nuestra vida está en las aulas. Materias llenas de dificultades, lecciones atiborradas de datos primeramente incomprensibles.
Pocos son los cerebros privilegiados que todo lo entienden a la primera, para los demás ir avanzando en la enseñanza resulta una verdadera odisea.
Pero lo más interesante viene después, ya en el campo laboral, donde los espacios y las oportunidades son cada vez más reducidos y más escasos.
Pero ahí es donde aparecen los grandes campos para los escogidos, los que brindan buenos resultados y van camino arriba.
En el campo laboral los retos surgen todos los días, porque la competencia es grande y cada empresa va limitando sus espacios para los cumplidos.
Los triunfadores han sabido enfrentarse a todos los obstáculos y han salido airosos por su actitud firme y resuelta, por su determinación y empeño, agregando a ello dotes naturales para determinadas tareas.
Cada año que empieza está lleno de retos. Aceptarlos, enfrentarlos y luchar por resolverlos va dando templanza al espíritu, y qué satisfactorio resulta cuando va a terminar determinado período, un mes, un semestre un año de lucha y tenacidad encontrarse con los benéficos resultados.
Rehuir los retos es empezar a dañar nuestra propia imagen y cerrar ventanas y puertas a un mundo mejor.
Al toro, hay que tomarlo por los cuernos, y con decisión.