Cosas, sin oficio ni beneficio.
Somos afectos a ir guardando cosas que ya no usamos, y que quizá nunca más utilizaremos.
Pero nos gusta encontrarles un lugar para ahí dejarlas, por días, meses o años.
A la gran mayoría, tengamos o no recursos, nos gusta guardar cosas.
Hasta se ha creado lo que se llama ?el cuarto de los tiliches?.
Cuando pasa el tiempo, nos damos cuenta que guardamos más de lo que esperábamos.
Cosas que pasan de moda y que no queremos más, ésa es la verdad.
Objetos que podrían servirle a otras gentes, pero nuestro egoísmo nos ata a ellas.
Van pasando los años y un día nos damos cuenta que no tuvo razón de ser todo eso que conservamos.
Y cuando se van las personas, cuando dejan este valle, sus familiares no saben qué hacer con todo eso que quedó guardado.
Y en ese último viaje no hace falta nada, porque todos tenemos que salir de aquí mucho muy ligeros de equipaje, es más sin nada de él.
Es tiempo pues de ir desprendiéndonos de esas cosas que duermen en un rincón el sueño de los justos. Alguien las necesita y les puede dar un uso adecuado. Todavía pueden resultarles útiles a otros.
En otros países la gente no guarda basura. En algunas partes, visitando otras latitudes, veíamos afuera de las casas objetos todavía con algún uso, a disposición de quien quisiera recogerlos.
Mamá no gustaba guardar nada. Un día preguntamos por unos zapatos de futbol que sólo utilizamos una vez y los guardamos mucho tiempo. Los quisimos utilizar cuando nos invitaron a patear un balón. Ella dijo: Como vi que ya no los usabas se los di a un señor que pedía limosna. Y efectivamente, un día vimos a un hombre de edad que en lugar de zapatos llevaba nuestros botines con todo y los ?tacos? o sea esas adaptaciones para poder correr mejor.
Alguien necesita lo que usted ya no usa. Si se los regala, se lo agradecerá infinitamente.
