La otra noche tuvimos un sueño raro.
Estábamos en un lugar desconocido.
Parecíamos perdidos, pues buscábamos algo, y no era precisamente un domicilio.
Tratábamos de encontrar un camino que nos llevara a un lugar llamado Felicidad.
En una esquina un anciano nos orientó, diciéndonos, más adelante está lo que andas buscando, camina siempre a la derecha y lo encontrarás.
Y así fue. Llegamos a un sitio muy especial, unas personas limpiaban el frente de sus casas, otras arreglaban los jardines de la calle y otros platicaban alegremente.
Nos sentamos en la banca de un parquecito y un niño se acercó a mostrarnos su pelota y nos pidió que jugáramos con él.
Después otro anciano nos pidió que nos sentáramos con él en otra banca y nos preguntó si nos gustaba su ciudad.
Le dijimos que sí y le preguntamos por qué le habían puesto a ese lugar Felicidad.
Se quedó mirándonos y asombrado nos dijo:
¿No lo sabes? Éramos de otros lugares y un día nos cansamos de egoísmos, envidias, rencores y falsedades y fuimos convocando a personas especiales para trasladarnos a este lugar que como ves tiene casas nuevas y muchos jardines y no tenemos policías ni autoridades, trabajamos y ayudamos a los menores a educarse, vivimos contentos en esto que llamamos Felicidad.
De pronto despertamos, el calor era ya agobiante a pesar de estar apenas en abril, y se nos vinieron a la mente todas las escenas del sueño, tan reciente y tan bien hilvanado, porque a veces los sueños parecen no tener pies ni cabeza.
Era sólo un sueño. Quizá a usted le haya pasado que a veces por las noches sus sueños lo llevan a estar con personas muy queridas, otras a viajar, pero esta vez, después de andar por las calles de una ciudad llamada Felicidad nos pusimos a pensar que si todos colaboráramos, que si todos fuéramos mejores, que si hubiera más respeto, comprensión, tolerancia y amor, podríamos vivir en un mundo mejor.
