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De La Vida Misma / Una carta

Lic. Miguel Ángel Ruelas Talamantes

A este espacio llega una carta firmada por la señora Josefina Limón de Rosales, que por su contenido nos parece interesante reproducir tal cual, y dice, dirigiéndose al autor de este espacio:

?Nunca me pierdo sus artículos que muchas veces me recuerdan mi pueblo. Como usted, vine de un pueblito pintoresco con un río del Estado de Tamaulipas. Soy maestra y laboré en el campo lagunero, donde disfruté siempre del cariño y respeto de la gente humilde, que al no tener que ofrecer se entregaban ellos mismos.

Muchas anécdotas muy hermosas viví, sin embargo, hoy quiero compartir con usted y sus lectores un testimonio muy hermoso del amor de Dios.

Soltera aún, me embaracé de mi primer hijo, y al visitar a un ginecólogo me ofreció ?si yo quería seguir siendo señorita? practicarme un legrado, jamás cruzó por mi mente esa idea y meses después nació mi hijo que fue amado por sus padres desde que supimos de su existencia. Al poco tiempo nos casamos y tuvimos cuatro hijos más, que son nuestro orgullo.

Después de muchos años vivimos en la familia una experiencia muy similar. Mi hija mayor, con su pequeño de cuatro años se vacunó contra la rubéola, sin saber que estaba embarazada, en el mismo laboratorio, la química le dijo que el bebé podría tener problemas. Acudimos a tres ginecólogos los que le hicieron ver que así podría ser, pero el último, sin el mínimo asomo de ética (que me hizo recordar mi vivencia que le comento), casi obliga a mi hija a pasar a la sala para ponerle una inyección y así practicarle el aborto, aduciendo que el bebé podría nacer con microcefalia y no sé cuántas cosas más. Mientras pasaba eso, nosotros orábamos que ese niño naciera con salud. Mi hija menor, sin tener la maravillosa experiencia de ser madre se unió a nosotros defendiendo con uñas y dientes la vida de ese ser. Yo, por mi parte le decía a mi hija embarazada que aunque los doctores de todo el mundo le dijeran lo mismo, el que decidía era el médico de médicos: Jesucristo.

Le propuse como último recurso que visitara a un ginecólogo que me recomendaron, un doctor de apellido Fong.

En tono desafiante y retando mi fe mi hija aceptó y para ella empezaron las señales del ?Milagro Divino?. Corrían los últimos días de junio de 2002 y nos dieron la cita para el 16 de julio. ¿Qué tendría de especial ese día para cualquier ser humano? Sólo que antes de nacer mi hija había sido consagrada por mí a la Santísima Virgen del Carmen.

Cuál sería la sorpresa de mi hija que al ser revisada por el doctor, éste aseguró que el bebé estaba sano, que crecía con excelentes condiciones. Del consultorio nos dirigimos a misa en el Santuario de la Virgen del Carmen. Mi hija lloró pidiéndole a Dios el perdón por su falta de fe y agradeciéndole a María Santísima siempre ser el manto que la protege.

Ése fue para ella el mayor de los milagros que se eternizó en la personita de su hijo que nació felizmente el seis de febrero de 2003.

Hoy, sus ojos grandes y negros proyectan la mirada del cielo. Sus orejas grandes permiten escuchar las oraciones de su madre y abuela agradeciendo el infinito amor del Creador. Y de la microcefalia predicha ni hablar, nunca apareció.

Gracias por su atención a este relato y espero que sus letras me sirvan para dar testimonio del doble milagro del amor de Dios hacia mi?.

¿Qué podríamos agregar? Nada, todo está dicho señora Limón de Rosales.

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