Prostitución y drogas son parte de la escenografía
EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Oscurece. De noche todo cambia en la ciudad. Las carreteras no son iguales y el Periférico se transforma, se viste con otro traje: es distinto cuando las sombras ocultan el sexo que las mujeres ofrecen a hombres solitarios que transitan en camiones pesados.
Es la noche del trailero, la oscuridad de la prostituta, lo que esconde la periferia y los caminos ejidales donde las caricias se cambian por unos billetes. Las luces en la carretera muestran destellos donde piernas desnudas esperan que alguien las suba, que alguien oculte la soledad en un camarote y disipe el frío de diciembre.
Siempre andan solas, si acaso traen condones y ningún control sanitario. No hay hora para ofrecer servicio; eso sí, en la mañana debe ser discreto y acuden poco a los moteles, es más cómodo y siempre seguro el camarote de un camión.
Samantha -si es que así se llama- ofrece su cuerpo en el Periférico de Gómez, cerca de la gasolinera a Chapala, se para por lo general cerca de los bordos para cuando un cliente la solicite, subir de inmediato y hacerlo por una cuota de 250 pesos, pero es negociable, todo depende de cómo ande la noche y los gastos en casa.
Ni el frío la para, menos la oscuridad y la policía que a veces echa la vuelta por esos lugares. Samantha dice que es fácil persuadirlos, una caricia o dos, media hora o quince minutos encerrados en la parte trasera de una patrulla hacen olvidar la falta de permisos sanitarios. Comenta que hay mujeres que a los 15 años ya andan en el ?talón?.
Ella tiene 24 años, piel blanca y cabello teñido. El viento hace volar su falda y el clima provoca que los cigarros sean encendidos una y otra vez hasta el amanecer. Tiene un hijo y lo cuida su madre, un hombre lo sembró en su vientre cuando eran novios y cuando supo del embarazo ya nunca respondió. Se fue y no regresó.
Se llama Omar el padre, Omar el hijo, era obrero y lo conoció por una amiga que los presentó una tarde de baile en que el verano hizo que sus cuerpos se juntaran. Y así durante meses en que él le prometió una vida y le juró amor bajo el farol de una esquina, apoyados en el poste escuchando promesas.
Se embarazó y nunca supo más de él. Fue obrera pero la maquila no dejaba dinero y hubo despidos. Fue ?chacha? y era mucho trabajo, poca la paga. Una amiga de niñez se dedicaba a prostituirse con los camioneros; le comentó que era fácil y dejaba dinero cuando las carreteras estaban llenas:
?Es bien fácil, nada más te paras a la orilla de la carretera y cuando te echan las luces te vas con ellos, o bien puedes buscarlos ahí donde descansan, en los centros traileros. Nada más les tocas a la puerta. Imagínate, pobrecitos, tanto tiempo en carretera?.
A Samantha no le han tocado experiencias desagradables, sólo hombres repugnantes que por su higiene y fisonomía no le agradan. Ha sabido de camioneros que golpean a sus compañeras, aunque no todas se portan bien; sabe que muchas aprovechan los excesos a los que recurren los choferes y roban mientras ellos duermen.
Laura camina entre los camiones, parece que anda por un laberinto: busca dónde entrar, los tacones medianos hacen ruido y toca de ventana en ventana esperando una respuesta. Hace tanto frío que camina jorobada, entumida. Los días han sido malos y desde que nació ?dice- no tenía otro destino más que prostituirse.
Hija de prostituta y de ?sabrá Dios quién?, tiene 19 años y trabaja para mantenerse a ella y a sus dos niños que en casa duermen solitarios, no tiene vicios. A los 16 años fue la primera vez que se vendió por dinero, después de varios intentos un vecino de la cuadra le ofreció 100 pesos por un ?acostón? ... y accedió.
No estudió, no sabe hacer nada más que sexo. Laura ha sufrido que en los centros traileros a veces los veladores la corran, otras veces que entre varios le digan cosas y la manoseen, otras que no le paguen servicio. Todo se borra cuando ve a sus pequeños hijos de uno de tantos.
Es que la soledad está fea
Oscurece. Unos botes sirven de silla enfrente de unos camiones y Roberto platica sus viajes y experiencias en carretera. Tantas horas frente al volante provocan ansiedad y a veces alucinación. Lo peor que ha vivido, más allá de accidentes y muertos en el camino es la soledad.
Hay noches en que el vaho de su boca y la música de su estéreo son los únicos compañeros. En que el volante es lo único que toca y en los descansos en alguna gasolinera nunca falta la mujer que generosa ofrezca su cuerpo: en el Periférico de La Laguna es igual, siempre hay mujeres qué escoger:
- Es que mira, amigo, la soledad está fea. Y bueno, es de camioneros encontrar amores en cada ciudad.
- ¿Hay menores de edad?
- Si, las mismas mamás les enseñan a ?talonear?. Pero no son muy chicas, de 15 a 16 años empiezan. Ya son conscientes de lo que hacen.
Lo mismo, dice, pasa en las rancherías y ejidos, nunca falta la joven o señora que se les ofrezca para un rato. Roberto comenta que ellas como que ven el dolor y la soledad de sus cuerpos, que tienen algo que los calma, que los hace descansar.
Ese descanso que ellas otorgan es mejor que cualquier droga, la cual es más sencillo conseguir que una mujer en la carretera. En los centros traileros de pronto va gente extraña a ofrecer un ?perico? o un ?pase? de coca. Hasta él vende Asedriles (?pericos?) a algunos compañeros camioneros.
El precio de los Asedriles es de 300 pesos la caja con 36 pastillas, se venden con receta médica y a los urgidos él se las da a 50 pesos cada una. Considera que esto no es malo, porque nada más vende a compañeros necesitados, que no quieren dormir: ?Es por camaradería, uno nunca sabe cuándo va a necesitar de alguien?.
De pronto recuerda que trae algunos en el camión y muestra el carrete con cápsulas. Son pequeñas y azules. También consume cocaína para no dormir; explica que es peligroso porque luego ni se dan cuenta de la velocidad a la que van. De esa no vende porque ya son palabras mayores, arguye.
Cantina, prostitución y venta de drogas disfrazadas en ?mini súper?
Oscurece. A cero grados de temperatura y en la madrugada por la carretera todo es igual: puro asfalto y luces que se pierden como luciérnagas.
Cerca de la caseta de cobro a León Guzmán, en el centro trailero que está cerca del entronque ya todo parece tranquilo. A lo lejos, del otro lado de la carretera un ?mini súper? parece abandonado porque sus colores están desgastados y hay poca luz en su logotipo.
El compañero de la lente logra ver que en el interior hay gente bailando y el próximo retorno en el camino es destino a ese lugar. Y efectivamente es una fiesta, es un lugar donde no venden dulces ni botanas, sólo cerveza de media y caguamas con vasos de plástico.
No son caras, la media está a diez y la caguama a 20 pesos. Hay algunos camioneros, uno que otro ejidatario y dos o tres ?cholos?, también tres menores de edad de aproximadamente 12 años que fuman y beben. Su rostro infantil no los puede negar y sus ojos rojos delatan borrachera. Piden cerveza y se las siguen dando hasta el hastío.
Hay cuatro cantineras robustas, a nosotros nos atiende Carmen mientras una de sus compañeras baila con un borracho al ritmo de ?La mesa que más aplauda?. Se le pregunta por un ?rato? y dice que sí, que cobra 200 pesos y hace lo que se le pida. No hay cuartos dónde; explica que se puede buscar un lugar despoblado en la carretera, que siempre es así.
Carmen consigue de todo, si es un buen ?pase? de coca lo da a 120 pesos, 100 del producto y 20 del conecte. Nada más que se tienen que esperar a que lleguen los distribuidores o a que el negocio se calme porque todos piden cerveza y baile. Si uno busca una mujer distinta a las que están ahí se tiene que aguantar a que la suerte le sonría, de pronto algunas de las mismas que se ofrecen en los camiones caen en el negocio a ver qué ?pescan?.
Don Francisco ya anda bien ?arreglado?, varias cervezas y 200 pesos de mercancía en su cerebro lo hacen ser afable. Apunta que por esos lugares son territorios de ?El Tiburón? y ?La Zorra?, quienes mueven toda la coca y expenden a algunas prostitutas que les sirven de ?puchadoras?. Operan de manera sencilla: andan de gasolinera en gasolinera y de local en local, ya los conocen.
Dan las tres de la mañana y el ambiente en ese ?mini súper? sigue igual, el cliente no se atreve a ir con Carmen a terreno y van llegando otros automovilistas y camioneros. Los menores ya están muy ebrios y el ambiente se torna cada vez más pesado entre tanto borracho... Oscurece.
Un peligro
La noche es de mayor cuidado en el Periférico, comenta Enrique Ybarra Zapico, administrador de la gasolinera Súper Servicio Chapala, que también sirve como centro trailero y que presta sus instalaciones para que los camioneros descansen después de horas de trabajo.
A Enrique Ybarra le llamó la atención las fotografías que se tomaban cerca del negocio de su familia y se acercó para denunciar que efectivamente existe mucha prostitución, y que ellos tienen órdenes específicas de correr a la mujer que intente ejercer el oficio dentro de sus instalaciones:
?Es muy molesto para nosotros que se haga este tipo de cosas en nuestro negocio, además es molesto para los traileros que quieren descansar después de tantas horas de trabajo?.
Aparte de la prostitución, comenta Enrique, que hay mucha venta de droga y es común encontrar cualquier tipo de estupefaciente. Pide que las autoridades presten atención porque incluso hay menores vendiendo su cuerpo y distribuyendo droga.