Al día siguiente de la noche de bodas él estaba agotado, exhausto, desfallecido, exánime, laso, flébil y extenuado. Ella, al contrario, se veía rozagante, pimpante, boyante, coruscante, despampanante, exuberante, flamante y rutilante. Toma el teléfono la alborozada novia y llama por larga distancia a su mamá: "¡Mami! -le dice jubilosa-. ¡Acabo de descubrir que las mujeres no somos el sexo débil!"... Don Poseidón, granjero acomodado, fue a ver a su médico de la ciudad a fin de que le hiciera un chequeo general. Terminado el examen le dice el facultativo alegremente: "Don Poseidón: le garantizo 15 años más de buena salud si deja usted esa vida que lleva, de vino, mujeres y canto". "Doctor -responde con gravedad el vejarrón-. Garantíceme cinco, y dejo el canto"... La cartomanciana le dice a la joven mujer que fue a la lectura del tarot: "Te vas a casar con un hombre guapo, rico e inteligente". ¿Ah sí? -replica la consultante-. ¿Y qué voy a hacer con el hombre feo, pobretón e indejo con el que estoy casada?"... Llegaron 40 mexicanos al mismo tiempo al Cielo, y se arremolinaron frente a las puertas de plata y oro de la morada celestial. San Pedro, el portero, se asustó bastante, pues nunca habían llegado al Cielo tantos mexicanos, y menos a la vez. Fue con Diosito a consultar el caso. "Señor -le dijo-. En las puertas están 40 mexicanos que piden ser admitidos en tu casa. ¿Qué hago?". "¿Mexicanos? -vaciló el Padre al tiempo que se pasaba una y otra vez la mano por la luenga barba blanca-. He oído decir que son desordenados, albureros, revoltosos. Deja que entren nada más diez de ellos, los menos relajientos". Fue San Pedro, y volvió poco después. Venía demudado. "Señor -dice al Padre con temblorosa voz-. ¡Desaparecieron!". "-¿Los 40 mexicanos?" -se extraña Dios. Responde San Pedro: "¡No! ¡Las puertas!"... A aquella muchacha le decían en el pueblo "La Coca-Cola", pues su cuerpo mostraba las armoniosas curvas de la botella en que se expende el popular refresco. Sucedió que la chica dio un mal paso, y entonces le cambiaron el apodo por "La Cuba Libre". Coca-Cola con piquete... La esposa de don Empédocles, doña Sufricia, les contaba a sus amigas del viaje en yate que hizo con su marido por la bahía de Acapulco. "De pronto se desató una tormenta -narra-. El mar se agitó, se embraveció el oleaje, y el yate empezó a moverse tanto que los marineros tuvieron que amarrar a Empédocles a la barra de la cantina"... Rosibel, secretaria de don Algón, le puso un ultimátum a su jefe: "O me aumenta usted el sueldo o traigo mi diario y leo algunas páginas en la próxima junta de consejo"... Aquella granjera rusa tenía una vaca extraordinaria: daba el triple de leche que todas las vacas comarcanas. Pensó la mujer que las crías de esa vaca seguramente saldrían tan buenas como la madre, y para tal efecto buscó un toro. Llegó el animal, pero no mostró el menor interés por la vaca, a pesar de que ella se veía muy bien dispuesta para el encuentro natural. La granjera llamó a un veterinario, y este acudió a la granja acompañado por su esposa. Examinó el médico al toro, pero no encontró en él nada anormal. Cuando ya se iban, la esposa del veterinario llama aparte a la dueña de la vaca. "Dígame una cosa -le pregunta en voz baja-. Ese toro vino de Minsk ¿verdad?". "Así es -contesta la granjera-, de allá vino. ¿Cómo supo?". Responde la señora: "Mi marido también es de Minsk"... El siquiatra le dice a la esposa de su paciente: "Su marido, señora, presenta un cuadro típico de abulia y apatía". "¡Mire! -se consterna ella-. ¡Y yo que me he pasado todo el tiempo diciendo que es un güevón!"... FIN.