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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Hoy aparece aquí una execrable narración de la cual es protagonista Santa Claus, aunque con una imagen muy distinta a la de las fantasías infantiles. Tal cuento de fin de temporada viene al término de esta columnejilla... A la prima Celia Rima, versificadora de ocasión, se le ocurrió un epigrama a propósito de la noticia según la cual los diputados locales de Nuevo León trabajarán para "lavar" su imagen. Dice así el travieso comentario de la prima: "No puedo sino alabar / deseo tan pertinente. / Tendrán que usar, ciertamente, / todas las aguas del mar". Sucede, en efecto, que los legisladores nuevoleoneses se otorgaron a sí mismos premios, gratificaciones, recompensas, gajes, comisiones extraordinarias, sobresueldos, un bono de Navidad y de pilón se regalaron una finísima pluma de conocida marca. Eso, naturalmente, levantó críticas de tal manera acerbas que los diputados se han visto en la necesidad de reconsiderar los obsequios que en tan munífico modo acordaron para sí. El arquitecto Héctor Benavides, extraordinario comunicador regiomontano que goza de respeto y afecto generales por su alta calidad profesional y humana, hizo el pasado martes un enérgico reproche a esos señores y señoras que con tanta largueza disponen para su propio beneficio de los dineros públicos, y afeó especialmente la actitud de los representantes priistas, que condenaron tales prácticas cuando el PAN estaba en el Gobierno y ahora incurren ellos mismos en lo que ayer vituperaron. El pueblo tiene memoria, advirtió el arquitecto Benavides, y castiga con su voto esos desvíos. Añadió que no existe ya el concepto de servicio público, y las tareas de gobierno o representación son vistas como ocasión de medro personal. Tiene razón. Sus expresiones me hicieron recordar una historieta. En la atestada cantina se oyó de pronto la voz de un individuo que profirió exaltado: "¡Todos los políticos son unos ladrones!". Un parroquiano se levantó de su mesa y fue hacia él lleno de indignación. "Oiga, amigo -le espeta-. Lo que dijo me ofende". Pregunta con inquietud el otro: "¿Es usted político?". "No -responde el sujeto-. Soy ladrón"... Viene ahora el cuento de fin de temporada que arriba se anunció... Ceres y Baco, ya se sabe, son enemigos de Venus. Quiero decir que el hecho de comer y beber con exceso suele dificultar el acto del amor. Eso le sucedió a un joven esposo: en la cena de Nochebuena se dio un atracón y libó en modo desmedido. Así, cuando llegó a su casa cayó rendido en el lecho y se durmió sin más. Su mujercita había pensado que aquella Nochebuena disfrutaría de una buena noche. Así pues se duchó, se perfumó con esencias provocativas y vistió un vaporoso negligé. Grande fue su desilusión, por tanto, al percatarse de que su marido roncaba ya como olla de calabaza, perdido para todo. Mohína y enojada la chica se disponía a acostarse también cuando oyó ruidos en la sala. Fue allá y se topó con Santa Claus, que en ese momento acababa de bajar por la chimenea. No se le había apagado a la muchacha el ardor de la libídine, y pensó que Santa Claus, aunque señor maduro y regordete, podría sedar sus rijos y ardimientos. Fue hacia él con intención erótica; le dirigió palabras sugerentes, y luego abrazó al sorprendido Papá Noel, lo besó llena de pasión y lo incitó con movimientos lúbricos. Desconcertado le dice Santa Claus: "Sé lo que esperas de mí, pero no puedo corresponder a tu deseo. Me debo a los niños, y esta noche tengo que repartirles sus regalos". "Es sólo un rato" -replica la muchacha, voluptuosa, untándose más a él. "Bueno, está bien -se rinde Santa Claus-. Además de cualquier modo en este momento no podría pasar por la chimenea"... (No le entendí)... FIN.

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