El cuento liminar -es decir inicial, perteneciente al umbral o entrada- de esta columnejilla es uno de ésos a los que se aplica el calificativo "desaconsejable". El señor Calvínez, vocal Z y portaestandarte suplente de la Liga de la Decencia, leyó el chascarrillo y fue presa de un episodio convulsivo con espasmos saltatorios, sinclónicos, nictitantes, mímicos y atetoides que lo hicieron rodar por tierra sin sentido. He aquí el relato que motivó tan deplorable efecto... Eran los tiempos de la Primera Guerra Mundial, que pasó a llamarse así cuando hubo una Segunda. El Servicio de Inteligencia francés confirmó dos versiones que desde hacía tiempo eran objeto de comentarios sotto voce en los vivaques. La primera, que el comandante del batallón, general Péteur, tenía relaciones de carnalidad con el soldado Graillon, artillero de la plaza. La segunda, que una hermosa bailarina llamada Tama Riha era espía al servicio de los alemanes. Al primer caso no se le dio importancia: ya se sabe que en tiempos de guerra florecen insólitos romances. La segunda versión, sin embargo, fue asumida con toda seriedad. La danzarina fue apresada y condenada al paredón. La madrugada del fusilamiento Tama Riha se presentó cubierta con un abrigo de visón. En el momento en que los soldados le iban a disparar Tama abrió de repente el abrigo que la cubría y dejó ver su cuerpo desnudo. Los franceses, que tanto valor dan a la belleza, abatieron sus rifles y se negaron a disparar. ¿Cómo iban a quitarle la vida a semejante prodigio de hermosura? Fue llamado un pelotón de fusilamiento formado por italianos, y sucedió lo mismo: los mílites italos juzgaron que la belleza de aquella mujer valía más incluso que un buen espagueti, y tampoco dispararon. Trajeron en seguida otro piquete integrado por ingleses, que suelen ser más fríos ante la belleza, al menos ante la femenina. Volvió a suceder igual: los británicos, conmovidos abstractamente por la estética de aquel cuerpo armonioso, fueron incapaces de disparar sus fusiles. Desesperados, los generales llamaron entonces a un pelotón de mexicanos. Se puso ante ellos Tama Riha. "¡Preparen!" -ordenó el capitán. Se oyó el ominoso ruido de los cerrojos de los rifles. "¡Apunten!". Los soldados levantaron sus armas. Ése era el momento en que la bellísima danzarina se descubría para dejar ver sus encantos. Así lo hizo: apareció a la vista de los hombres la ebúrnea belleza de aquel cuerpo magnífico. Pero se oyó un estruendo fragoroso y la hermosa mujer cayó sin vida. Al día siguiente los periódicos publicaron la noticia: "Espía muerta por botonazos de bragueta de soldados mexicanos"... ¿Cuál es el mejor sitio para estar cuando un tsunami se presenta? Cualquiera en que puedas decir después: "¡Ah caón! ¿Qué chingaos fue eso?". Hay acontecimientos que sacan lo mejor y lo peor del ser humano. La tragedia del sureste de Asia es uno de esos casos. Ante el desastre se han mostrado por igual la solidaridad de gente en todo el mundo y la aterradora maldad de los que están aprovechando la tragedia para obtener medro personal: los traficantes de niños; quienes venden a los damnificados los víveres, la ropa y los medicamentos llegados como ayuda de los países extranjeros; aquellos desalmados que piden dinero a los familiares de los desaparecidos a cambio de supuestos datos -falsos, desde luego- para localizarlos... Algunos moralistas dividen a los hombres en buenos y malos. Esa simplista división, por maniquea, es falsa. En el hombre, en cada hombre, conviven el bien y la maldad. Labor de buena humanidad es esforzarnos en hacer que a fin de cuentas prevalezca el bien. Y esa tarea empieza en nosotros mismos... FIN.