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De Política y Cosas Peores

Catón

El problema no son los lodos: el problema son los polvos. De un tiempo a esta parte se ha instaurado en México una viciosa costumbre que consiste en negociar la Ley. Los políticos la toman en sus manos y la convierten en mercadería para el trueque. Esa práctica viene desde aquel día malhadado en que la autoridad -por llamarle de algún modo- claudicó ante los macheteros de San Salvador Atenco. En esa ocasión el País no sólo perdió un aeropuerto: empezó a perder la batalla por la legalidad. Tarea principal del próximo Presidente será restablecer el orden jurídico, ahora tan desordenado. Vemos con preocupación que quienes hacen la Ley, y los encargados de ejecutarla, se reúnen para transar sobre ella. Tal es el caso de la junta que en días pasados sostuvieron el destacado salinista y además diputado Manlio Fabio Beltrones y el precandidato y además secretario de Gobernación Santiago Creel. Tal es el caso también de los alcaldes de prisiones que negocian con los reos la administración de los reclusorios. De esas transacciones deriva la inseguridad creciente en que vivimos, situación que está motivando cada vez en mayor medida las desaconsejables intervenciones del Ejército en cuestiones que son competencia de la autoridad civil. La Ley es para cumplirse, no para negociarse. Cuando hay arreglos sobre la Ley ésta se desarregla. He ahí el origen de la anarquía en que vivimos... ¡Insensato columnista! Esa última frase que escribiste ("He ahí el origen de la anarquía en que vivimos") me provocó un escalofrío que me bajó desde el occipucio hasta el hueso calcáneo del pie izquierdo. ¿Cómo sedar esa inquietud? Sólo el relato de algunos cuentecillos podrá calmar mi conturbado espíritu y poner un poco de paz en la República... Los recién casados llegaron a la habitación donde pasarían su noche de bodas. El novio cierra la puerta, se vuelve hacia su noviecita y le dice las clásicas palabras: "¡Al fin solos!". Ella responde con impaciencia: "¡Ay, Facundio! ¡Estuvimos dos años de novios; la boda tomó un día completo; el vuelo para llegar acá duró tres horas; más de media hora tardó el taxi que nos trajo; nos entretuvieron 15 minutos en el registro del hotel. ¿Y aun así quieres ponerte a platicar?"... Un artista ya otoñal fue a actuar para los ancianitos del asilo. Se plantó frente a ellos y les preguntó muy orgulloso de sí mismo: "¿Saben ustedes quién soy?". Responde una vejuca: "No, compañero. Pero pregúntele a la enfermera; ella se lo dirá"... Pirulina, muchacha pizpireta, se fue a confesar. "Me acuso, padre -dice- de haber faltado al sexto mandamiento. He fornicado varias veces". "¿Cuántas?" -inquiere el sacerdote. "¡Ay, padre! -se mortifica Pirulina-. ¡Si he sabido que iba a querer usted la cifra exacta le habría pedido a mi contador que me llevara la cuenta!"... Afrodisio, galán concupiscente, invitó a Susiflor, linda muchacha, a un paseo por el campo. Vieron ahí a un toro y una vaca que estaban cumpliendo la natural función que sirve al fin de perpetuar la especie. Afrodisio consideró que la bucólica escena era ocasión propicia para insinuar su afán. "¡Caramba! -le dice a Susiflor en tono sugestivo-. ¡Cómo me gustaría hacer lo mismo!". Responde ella: "Pues anda, ve; a ver si no se te enoja el toro"... En trance parecido se encontró un día Babalucas. Llevó a su dulcinea a un romántico paraje campirano, y ahí le dijo: "Amor mío: si los pajaritos lo hacen, y si las abejitas lo hacen ¿por qué nosotros no lo podemos hacer?". Ella, que estaba ya dispuesta para el acto del amor, pregunta con anheloso acento: "¿Hacer qué, mi cielo?". Y dice Babalucas: "Volar"... FIN.

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