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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Dos amigos que no se veían desde hacía mucho tiempo acertaron a encontrarse en un elevador en el que iba también una señora. Le pregunta uno de ellos a su camarada: "¿Cómo te ha ido?". "Muy mal -responde el tipo-. Puse un negocio de muebles y perdí hasta las nachas". Al escuchar aquella expresión vulgar proferida por su amigo el otro se apenó, pues iba en el ascensor, como ya dije, una dama merecedora de toda consideración. Se dirige a ella con mucha urbanidad y le suplica: "Ruego a usted, señora, se sirva disculpar, perdonar, dispensar, excusar y, en fin, disimular el exabrupto de mi amigo. Está él muy perturbado por la malaventura de su empresa, y eso lo llevó a usar una expresión perteneciente al lenguaje popular". "No se preocupe usted -responde la señora-. En cierta forma tengo una coincidencia con su amigo". "¿Una coincidencia? -se extraña el señor-. ¿Cuál es esa coincidencia?". Responde la mujer: "Su amigo puso un negocio de muebles y perdió hasta las nachas. Yo puse un negocio de nachas y perdí hasta los muebles"... (NOTA: El autor ruega a sus cuatro lectores se sirvan disculpar, perdonar, dispensar, excusar y, en fin, disimular ese exabrupto)... En el congreso médico dice el conferencista: "Se está gastando más dinero en investigaciones sobre cirugía plástica del busto y sobre el Viagra que sobre la enfermedad de Alzheimer. Dentro de algunos años andarán por ahí muchas señoras pechugonas y muchos señores ganosos, pero ni ellas ni ellos se acordarán de lo que pueden hacer con lo que traen"... Una señora estaba en trance de divorcio. Le dice su abogado: "La mitad de los bienes serán para usted, y la otra mitad para su ex marido. En cuanto a los hijos, pasarán la mitad del tiempo con usted y la otra mitad con su padre". "¡Ah no! -protesta la mujer-. ¡Eso no es justo! ¡Ninguno de los hijos es de él!"... Doña Sufricia, esposa de Capronio, celebraba ese día sus 50 años de edad. "Dime -le pregunta mirándose en el espejo-: ¿me veo como una mujer de 50 años?". Contesta el tal Capronio: "Por supuesto que no". "¿De veras?" -insiste ella, ilusionada. "Te digo que no -repite él-. Hace diez años sí parecías de 50, pero ahora te ves de más"... Definición indefinida: "Amor: locura temporal que se cura con el matrimonio"... La mamá de Pepito invitó a unas amigas a comer. Era un sábado en la tarde; hacía mucho calor. Ya reunidas todas en la mesa, la señora le pidió a Pepito que hiciera la oración. "¿Qué digo?" -preguntó el chiquillo ante el azoro de la anfitriona. Responde la señora: "Dile a Diosito lo que me oíste decir esta mañana en el desayuno". Pepito baja los ojos, junta sus manitas y dice: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Para qué invitaría hoy a estas caonas? ¡Tener que preparar comida, con el calorón que hace!"... Afrodisio Pitonier, galán concupiscente, y además labioso, convenció por fin a Dulcilí, muchacha ingenua, de que le entregara la flor preciosa de su doncellez. Para lograr su intento empleó un argumento Aquiles, que así se llama el más fuerte argumento de los que se pueden invocar: le dijo a la muchacha que de la entrega de esa flor no necesariamente derivaría un fruto. "Está bien -cede la candorosa joven-. Me entregaré a ti. Pero lo haremos de pie sobre una estrecha cornisa, en el último piso de un rascacielos de cien pisos, con los ojos vendados, las manos atadas por atrás y al borde del vacío". ¡Santo Cielo! -exclama el lúbrico galán, que sintió vértigo tan sólo al oír aquello: ¿Por qué quieres que lo hagamos en esa forma de tanto riesgo y tan alta peligrosidad?". Explica Dulcilí: "Es que no quiero que vayas a pensar que soy una mujer fácil"... FIN.

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