Este era un hombre que se jactaba de saber mucho de elefantes. Era paquidermólogo, decía. (Sin embargo de jabalíes no sabía nada, y también son paquidermos). Cierto día un amigo le pregunta: "¿Es cierto que el elafante no puede despegar del suelo las cuatro patas al mismo tiempo?". "Es cierto -responde el sabio elefantista-. Su peso se lo impide". "Pues te apuesto mil pesos -lo desafía el primero- a que yo puedo hacer que un elefante despegue del suelo las cuatro patas a la vez". El hombre aceptó la apuesta, seguro de ganarla. Por casualidad se hallaba en la ciudad un circo. Fueron a donde estaba el elefante, el hombre tomó un par de ladrillos, y uniéndolos violentamente le aplastó al desdichado proboscídeo los testes o compañones. Barritó el elefante con terrible ululato de dolor, y dio un salto colosal que lo hizo separar del suelo las cuatro patas a un tiempo. Mohíno, el elefantólogo tuvo que pagar la apuesta. Pasó una semana, y el ganador le pregunta: "¿Es cierto que el elefante no puede mover la cabeza primero de arriba a abajo y luego a uno y otro lado?". "Es cierto -responde el que tanto sabía de esos grandes animales-. La disposición y forma de su cuello le impiden tal movimiento alternativo". "Pues te apuesto 2 mil pesos -reta el otro- a que puedo hacer que el elefante mueva la cabeza primero de arriba hacia abajo y luego a uno y otro lado". "Van los 2 mil pesos" -acepta el individuo, ansioso de cobrar venganza de su pérdida. Van otra vez al circo. "Quédate a distancia -le dice el de la apuesta al especialista en elefantes-. De aquí podrás ver todo". Se acerca él a la bestia y se planta frente a ella. Poco después, para sorpresa del experto, el enorme animal empezó a mover la cabeza de arriba hacia abajo y luego, sin solución de continuidad, a uno y otro lado. De nueva cuenta el perdedor pagó la apuesta con enfado. "Pero, dime -pregunta. ¿Qué hiciste para que el elefante moviera así la cabeza, primero de arriba abajo y luego hacia los lados?". Responde el otro: "Me puse frente a él y le pregunté: '¿Te acuerdas de mí?'. 'Sí' -indicó nerviosamente el elefante moviendo la cabeza de arriba abajo. '¿Recuerdas los ladrillos?'. "Sí, sí", asintió muy inquieto el paquidermo con el mismo movimiento de cabeza. Le pregunté enseguida: '¿Quieres que te aplaste los éstos otra vez?'. Entonces fue cuando el elefante, asustadísimo, empezó a mover la cabeza de uno a otro lado para decir que no"... AVISO A MIS CUATRO LECTORES: Estoy preparando la publicación de un deshonesto chascarrillo intitulado "Remordimiento" o "Pecado e inocencia". Narración tan calamitosa como ésa no ha visto aquí la luz desde hace muchos meses. Aparecerá en el curso de esta misma semana, aprovechando la venturosa circunstancia de que doña Tebaida Tridua, encargada del comité de censura de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, se encuentra tomando las aguas salutíferas de Gogorrón... Nuestro país está enfermo de política. Es deplorable y vergonzoso que ahora que deberíamos estar discutiendo las urgentes reformas que necesita la República -la reforma política, la fiscal, la laboral, la de energéticos- todos estemos concentrados en el asunto relativo al posible desafuero de López Obrador. Hasta apuestas se cruzan sobre esa eventualidad; no se habla de otra cosa más que de ella. Tal situación da idea de nuestro subdesarrollo. La política, que debería ser ocasión de servicio comunitario, es en México cáncer pernicioso que corroe la entraña de la sociedad. (Asoma la entraña de la sociedad y hace: "¡Arrrgh!". Saluda luego con una ligera reverencia y se retira)... FIN.