Doña Tebaida Tridua se encuentra en Gogorrón tomando las salutíferas aguas de ese bello balneario potosino. El tratamiento le fue recomendado por su médico de cabecera, pues la ilustre Presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías mostraba un cuadro de dispepsia flatulenta, fermentativa y ácida que llevó a administrarle un enérgico carminativo y luego a trasladarla a Gogorrón. Se antoja villanía aprovechar la ausencia de la dama para narrar aquí la historia que lleva por nombre "Remordimiento" o "Pecado e inocencia". Sin embargo es cosa cierta que doña Tebaida, censora de la pública moral, no habría autorizado que dicho cuento apareciera. Aparecerá, si otra cosa no lo impide, y podrán leerlo mis cuatro lectores, advertidos ya de que el relato es sumamente sicalíptico y con un alto contenido erótico... Jamás me avergonzaré de ser católico. Lo soy por herencia, pero lo soy también por propia decisión. Indigno como soy de profesar esa fe, la amo, y forma parte de mi ser esencial. Me duele no poder aprovechar, por esa indignidad que dije, sus infinitos dones, y me apena carecer de un generoso espíritu comunitario que, si lo tuviera, me llevaría a ser parte de la asamblea de los fieles. Ayer, empero, sentí un amago de vergüenza al conocer la noticia de la anulación del matrimonio religioso de la señora Marta Sahagún. La Iglesia, que se niega férreamente a admitir el divorcio civil -y que excluye de los sacramentos a los divorciados, y da tratamiento de adúlteros a quienes después de divorciarse contraen nuevo matrimonio-, la Iglesia, digo, que no admite el divorcio civil, sí admite el divorcio eclesiástico, y lo concede muníficamente si del otro lado también hay munificencia. He aquí que lo que Dios ató sí lo puede desatar el hombre, y lo que el hombre ató lo pueden desatar los vendedores de Dios. En el caso de la señora Sahagún, la ruin decisión eclesial que anuló su matrimonio religioso, decisión que a la indignidad añade imprudencia temeraria, hará pensar a muchos que en la Iglesia Católica todo se puede conseguir con dinero o con poder. Muchos argumentos podrán alegarse para justificar esa anulación, pero serán falsos y especiosos, y sólo a los ojos de los interesados será nulo algo que existió verdaderamente, y que si ahora se revoca es sólo por la prepotencia de una parte y por la sumisión o interés de medro de la otra. Con algunos de sus actos la señora Sahagún ha hecho daño al País; ahora lo hace a la Iglesia, cuyos jerarcas y ministros permiten ese daño y se suman a él. Muchos buenos católicos hay que por diversas circunstancias de la vida están privados de los sacramentos, y sufren por no poder beneficiarse con su gracia, especialmente con la del supremo sacramento, el de la eucaristía. En relación con ellos la Iglesia es severa jueza y castigadora rigurosa; para otros es propicia cortesana que cobró ayer por atar y cobra hoy por desatar. Sólo nos falta ahora enterarnos de la anulación del matrimonio de Vicente Fox. Entonces los dos nuevos esposos, unidos amorosamente en el seno de la Santa Madre, podrán volver a comulgar. La gracia también se compra con dinero... Es menester ahora narrar un par de lenes historietas que disipen la calígine de esta que en otros tiempos habría sido llamada "abominación"... Decía una señora: "En cuestión de sexo mi marido es como el Grito en el Zócalo". Preguntaba otra: "¿Un estallido de fuegos artificiales?". "No -aclaraba la señora-. Una vez al año"... Don Cornulio llegó a su casa, y su esposa se llenó de inquietud. Abrió el marido la puerta del clóset de la alcoba: dentro se hallaba un individuo. Le dice el tipo a don Cornulio: "Le suplico que cierre la puerta, caballero. De otro modo no podré garantizarle el tratamiento que me encargó su esposa contra las polillas"... FIN.