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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Don Hamponio, el narco de la esquina, tenía un perro al que amaba con dilección particular. No era cualquier perro ese perro, aunque era un perro cualquiera. Con eso digo que para don Hamponio el animalito era algo muy especial, por más que no tenía raza fina. Encomiaba él las virtudes de su perro, y no faltaba alguien que le preguntara: "¿Y de pedigrí?". "Jamás toma una copa" -respondía don Hamponio. Si alguna persona quería conocer el árbol genealógico del perro contestaba su dueño: "No, él en cualquier árbol". Es el caso que don Hamponio tenía un pensamiento que lo inquietaba más que la ejecución de cada día: su perrito no estaba bautizado. Él era un hombre religioso; se persignaba siempre con respeto después de matar a alguien, y todos los días se encomendaba a Jesús Malverde, el protector del narcotráfico, a quien cada mes le llevaba música a su santuario. Así, le preocupaba sobremanera el hecho de que el perrito no estuviese bautizado, circunstancia que ponía al pobre animal en la categoría de los herejes, infieles o paganos. Tal fue la preocupación de don Hamponio que por fin se decidió y fue a hablar con el buen padre Arsilio. "Señor cura -le dijo-. Vengo a que me haga usted el favor de bautizar a mi perro". "¡Qué dices, insensato! -profirió escandalizado el sacerdote-. El bautizo, sacramentum regenerationis per ablutionem corporis in aqua, es sólo para los humanos. Las bestias no pueden beneficiarse con las lustrales aguas. Al pedir que te bautice al perro no sólo das muestra de supina ignorancia en las cosas de Dios: a más lo ofendes, pues tu demanda es sacrílega y blasfema". "Qué lástima, padrecito -replica con tristeza don Hamponio-. Me había propuesto yo dar a su iglesia una limosna de 100 mil dólares como bolo el día del bautizo, con otros regalos particulares para usted y algunas aportaciones más para sus obras parroquiales. Pero, en fin; si tal es la voluntad de Dios, y tales las leyes de la iglesia, mi perro se quedará sin sacramento". Se levantó para irse don Hamponio, pero el buen padre Arsilio lo detuvo: "Dime, hijo -le preguntó cautelosamente-. El perrito ¿es católico?". "Lo será por las aguas del bautizo -declaró don Hamponio-, pero lo es ya por pertenecer a una familia que profesa la santa religión". "Siendo así, hijo -declaró el señor cura-, procederé a bautizar a ese piadoso animalito". Días después se llevó a cabo el bautizo, con nutrida asistencia de devotos y fiesta grande en el rancho de don Hamponio, en la cual participaron artistas muy de moda y los mejores conjuntos musicales. Sucedió, sin embargo, que la noticia de aquel bautismo cánido llegó a oídos del obispo, y el jerarca mandó llamar a don Arsilio. "¿Es cierto -le dijo frunciendo el ceño y todo lo demás- que bautizaste a un perro?". "Mea culpa, Su Excelencia -plañió el curita bajando humildemente la cabeza y dándose un golpe de contrición en el pecho-. Bauticé al perro de don Hamponio". "¿Por qué hiciste semejante cosa, desdichado? -clamó el dignatario alzando los brazos al cielo-. ¿No sabes que con eso incurriste en grave culpa, pues has violado todo canon relativo a la materia? ¿Por qué bautizaste a ese perro, malaventurado?". Responde compungido el padre Arsilio: "Señor, don Hamponio me dio 100 mil dólares para la iglesia, y una casa nueva con coche último modelo para mí, junto con un regalo personal de otros 50 mil dólares. A más de eso se comprometió a darme 20 mil dólares mensuales para las necesidades de la parroquia, y 5 mil dólares cada mes para mis gastos personales". Se quedó pensando el señor obispo y luego preguntó: "Dime, Arsilio: ¿no querrá don Hamponio que le confirme yo a su perro?"... Nada qué ver tiene este cuento apócrifo con la disolución del matrimonio eclesiástico de Marta Fox. No sé por qué lo recordé... FIN.

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