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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

La gente del Potrero habla de la cabra y dice que es: "En el campo muy latosa, en la mesa muy sabrosa, y en la bolsa muy ruidosa". Esto quiere decir que la cabra da mucho trabajo al pastor que la cuida. En la mesa, sin embargo, es manjar deleitoso, y su venta, con la de la leche y los cabritos, rinde buenas ganancias a su dueño. (En una fonda de mi ciudad, Saltillo, había un letrero: "Tacos de cabrito: 25 centavos. Tacos de cabra: 50 centavos. Tambien hay tacos de a peso"). Pues bien, mutatis mutandis, de la democracia se puede decir lo mismo que de la cabra se predica. También la democracia es muy latosa. Su existencia implica la de mil y una instituciones que no son necesarias ahí donde no hay ejercicio democrático. En la mesa la democracia también es muy gustosa, ya que da tema a charlas de café, discusiones, pláticas de sobremesa, especulaciones y cábalas sin fin que de otro modo no serían posibles. Finalmente la democracia es igualmente muy ruidosa para nuestros bolsillos, o sea muy cara. En México la democracia nos cuesta mucho a los contribuyentes, pues no sólo pagamos los infinitos organismos encargados de su administración, sino además acabamos pagando los excesivos gastos que hacen los políticos para promocionar su imagen y ponerla en los ojos y mientes de los electores. Extraña paradoja de la democracia: es un artículo de primera necesidad con precio de artículo de lujo. Y bueno sería eso si todo el dinero que se emplea en promover y garantizar los usos democráticos trajera como resultado la llegada de los mejores hombres y mujeres al poder. No sucede tal, por desgracia; antes bien suele verse que por la vía de la democracia se alzan con el poder los individuos menos democráticos. Eso se debe a que la democracia no funciona bien si no tiene una base firme: la educación. Ahí donde ésta falta la democracia queda a merced de la demagogia, y el voto popular es objeto de manipulación por el insano populismo. Lo anterior no significa, claro, que debamos renunciar a los multiplicados bienes que dimanan del ejercicio democrático. Debemos, sí, perfeccionar la democracia, a fin de prevenir los riesgos de todo orden que la asechan... Columnista: eso último que dijiste -lo de las asechanzas- me puso muy nervioso. Mira, hasta me resultó un estrabismo de Braid, concomitante, espasmódico e intermitente, con rotación simultánea de los ojos hacia arriba y adentro. Bien empleado me está, por dar oído a tus elucubraciones. Narra mejor algunos cuentecillos sin sustancia. Quizá al leerlos se me aligere el ánimo y quede libre de esta inquietud que me dejó bizco, bisojo, turnio, bizcuerno, trasojado y estrabón... Avaricio Matatías, hombre ruin, cicatero, se topó en la calle con un vecino suyo. El hombre venía llorando desconsoladamente. "¿Qué le pasa, vecino?" -pregunta Matatías. "¡Don Avaricio! -gime el lacerado-. ¡Iba yo a pedirle dinero prestado para comprarle medicinas a mi esposa, pero hoy por la mañana la pobrecita se murió!". "Caray, vecino -responde el agarrado-. Menos mal"... La corista le dice al nonagenario caballero: "¿Cómo se le ocurre proponerme matrimonio, don Senecio? ¿Qué edad tiene?". El carcamal, que no oía bien, contesta: "Cien millones de dólares en caja y bancos, más otras inversiones". Y exclama la corista con una gran sonrisa: "¿Tan joven?"... El barco se iba a hundir. Su capitán ordenó que se arriaran los botes salvavidas. Inmediata-mente Babalucas subió a uno. "Señor -le dice un marinero-. Hay mujeres". Replica el badulaque: "¡Y quién piensa ahora en follar!"... FIN.

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