Hoy contaré dos cuentos políticos. (Si la política es cuento a nadie extrañe que haya cuentos de política). El primero habla de un hombre rico que fue a una agencia de automóviles y pidió que le vendieran el más caro, el de tecnología más avanzada. Le dijo el encargado: "Acabamos de recibir éste. Es un prodigio automotriz". El hombre preguntó el precio y lo pagó sin regatear. Salió el hombre manejando el coche, y lo primero que hizo fue encender el radio. Ningún sonido salió de él. Volvió a la agencia, molesto, y reclamó con enojo al vendedor: "Me dijo usted que éste es el auto más sofisticado, y sin embargo el radio no funciona". "Perdone -se apena el de la agencia-. Se me olvidó decirle que su coche es tan moderno que el radio no funciona con botones: funciona con el puro sonido de su voz. Además está programado para cumplir su gusto: cualquier tipo de música que usted le pida el radio se la tocará". Sale de nuevo el hombre en el flamante vehículo, y dirigiéndose al radio le pide en alta voz: "Música de Mozart". Para su sorpresa el radio le pregunta: "¿Leopold o Wolfgang Amadeus?". "Amadeus" -contesta lleno de asombro el conductor. Y se oyen en el radio las notas de la Sinfonía Praga. Intrigado el dueño dice: "Iglesias". "¿Enrique o Julio?" -inquiere el aparato. "Julio" -precisa el individuo. Y se oye la voz de Julio Iglesias en "Hey". El hombre no podía creer tanta modernidad. Para poner el radio a prueba dice: "Fernández". "¿Vicente o Alejandro?" -pregunta la voz. "Vicente" -responde él. Y se escucha la bella canción "Se vende un caballo", del coahuilense Fito Galindo. En esas iba el conductor cuando otro se pasó una señal de alto, y el dueño del flamante coche casi fue a chocar contra él. Furioso le grita: "¡Hijo de...!". Y pregunta la voz del radio: "¿Castro o Chávez?"... Tiene tufos derechistas ese cuento, lo reconozco sin ambages. Sirve, empero, para hacer notar la inquietud de algunos ante un populismo autoritario de izquierda que -predicen los agoreros- llegará a México en el 2006. Yo digo que no debemos sentir temor por la posibilidad de tener aquí un gobierno izquierdista, populista, caudillista. México no es Cuba. Tampoco es Venezuela. A nosotros nos determina una circunstancia toral: nuestra vecindad con los Estados Unidos. Aunque resucitara el mismísimo Lenin para venir a gobernarnos tendría que sujetarse a los condicionamientos que derivan de esa proximidad. El rojo púrpura de sus ideas cobraría aquí un leve tono rosmarino -así se llama el rojo claro-, cuando no francamente rosicler. Si un izquierdista llegara a Presidente se vería obligado a virar ipso facto a la derecha por el poder incontrastable que sobre nosotros tienen los norteamericanos. Sirva esta consideración para sedar la inquietud de las Casandras agoradoras de catástrofes. Y sirva este otro cuentecito para equilibrar la balanza de las ideologías. Iba George Bush con su chofer por una carretera cuando al pasar por una granja se les atravesó un cerdo, y el vehículo lo atropelló. Le ordenó Bush a su chofer que fuera con el granjero y le dijera lo que había pasado, para indemnizarlo. Fue el hombre y regresó media hora después. Venía fumando un puro, traía en una mano una botella de champán y en la otra una tarta de manzana, y estaba despeinado y con las ropas en desorden. "¿Qué significa esto?" -le pregunta con asombro Bush. Responde su chofer: "El puro y el champán me los dio el granjero; la tarta me la regaló su esposa, y vengo despeinado porque la hija de ambos me llevó a su cuarto y me hizo el amor apasionadamente". "Y todos esos obsequios y esas fiestas ¿por qué?" -se sorprende Bush. "No me lo explico -responde desconcertado el hombre-. Yo lo único que les dije fue: ?Soy el chofer del Presidente Bush, y acabo de matar al puerco?"... FIN.