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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Todos los alegatos de López Obrador y de sus defensores pueden sintetizarse a fin de cuentas en una sola frase: "En México siempre ha habido impunidad. En este caso, por tanto, debe también haber impunidad". Tal argumentación, desde luego, es aberrante. Por eso, por carecer de bases jurídicas para impedir su desafuero, López Obrador no fincó su defensa en la ley, sino en la política. En ocasión distinta Fox hizo una pregunta: "¿Y yo por qué?". Ante los diputados preguntó López Obrador: "¿Y por qué yo no?". Es decir: "Si se dejó de aplicar la ley cuando el Fobaproa, los Amigos de Fox y el Pemexgate; si vivimos en el país de la impunidad ¿por qué no se hace también una excepción conmigo, y se deja de aplicar la ley también ahora? ¿Por qué no se permite igualmente que mi desacato quede sin castigo?". Asiste la razón a López Obrador en cuanto al régimen de impunidad que se ha instaurado en México. Ciertamente la aplicación de la ley -o su inaplicación- ha sido determinada con frecuencia por causas de política. En lo que hace al desafuero de AMLO la decisión de los diputados obedeció claramente a esa motivación. Dicho de otra manera: por razones incorrectas se hizo lo correcto. Un cínico dirá: "Hágase el milagro y hágalo el diablo". En este caso los diputados priistas y panistas hicieron el milagro de sentar un precedente bueno: debemos suponer, aun a riesgo de pecar de ingenuos, que a partir de ahora ningún político podrá estar por encima del Derecho, y que la ley se aplicará en sus precisos términos independientemente de los efectos que de su aplicación puedan derivar. Ahora bien: ¿qué posibles consecuencias pueden venir del desafuero de López Obrador? A riesgo de equivocarme pienso que no muchas. Los diputados hicieron algo más que quitarle el fuero a AMLO: le quitaron el foro. Separado de su cargo, y hasta que eventualmente llegue a ser candidato, el tabasqueño ya no tendrá los medios informativos a su disposición, ni la importante presencia que merced a ellos tenía en todo el territorio nacional. ¿Y eso de la resistencia civil? Hay que ver eso con escepticismo. El pueblo mexicano es muy bueno para la resistencia -quiero decir para el aguante-, pero no demasiado bueno para lo civil, o sea para llevar a cabo acciones cívicas no violentas, y durables, en oposición al Gobierno y a sus órganos. Recordemos, por citar sólo un ejemplo, el fracaso del boicot a que convocó la Liga Defensora de la Libertad Religiosa en tiempos de la llamada "persecución". Había entonces un grave problema nacional; el pueblo católico -prácticamente todo el pueblo mexicano- se sentía agraviado por leyes que consideraba inicuas; los templos estaban cerrados como protesta de la Iglesia contra esas medidas del Estado; se combatía una guerra civil. En esas condiciones se convocó a los católicos a llevar a cabo un boicot semejante al de Gandhi en la India. Eso -supusieron los organizadores- paralizaría al país, daría al traste con su economía y terminaría por poner de rodillas al Gobierno. En los términos del boicot los católicos dejarían de pagar sus impuestos y los servicios públicos, comprarían sólo lo estrictamente necesario para la subsistencia y se abstendrían de toda diversión. No sucedió nada de eso: la gente siguió yendo a los cines y a los teatros, compraba en las tiendas aun lo innecesario y pagaba el recibo de la luz para no quedarse a oscuras. Y vaya que entonces sí había una gran causa por la cual luchar. Es posible pensar que la figura de López Obrador, personaje que no es un estadista ni un adalid de causas nobles, y que carece de verdadero liderazgo nacional, se irá desvaneciendo poco a poco hasta que este político vuelva a su dimensión real, que ciertamente no es mucha dimensión... FIN.

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