Lo recuerdo como si fuera mañana: pocas semanas antes de la elección presidencial del 2000 un señor de Guanajuato me preguntó irritado, al término de una de mis conferencias, qué tenía yo contra Vicente Fox, por qué lo atacaba con tal saña. Le respondí que no atacaba a ese candidato: lo criticaba, que es cosa bien distinta. Tal es mi trabajo, señalé, y procuro cumplirlo cabalmente. No dudo que cometa errores en mi quehacer, le dije, pero son eso: errores, y no fruto de la pasión o de algún interés particular. Le manifesté que en conciencia pensaba yo que Fox no estaba capacitado para ser Presidente de México, y que fincaba mi opinión en los antecedentes y actitudes de ese candidato. Le confirmé al señor lo que muchas veces había dicho en mi columna: que yo estaba por el cambio; que no era posible ya que persistiera la dominación del PRI, pero que a mi juicio Fox no era la persona indicada para encabezar un Gobierno de renovación. Añadí que el PAN tenía en sus filas excelentes militantes que habrían podido abanderar el anhelo de cambio de los mexicanos, y que era una pena que Fox se hubiera alzado con la candidatura por sobre otros aspirantes con mayores méritos, mejores antecedentes y más preparación. Hasta me permití hacer una profecía: si Fox era elegido Presidente, tal cosa no sería buena para la Nación. Me habría gustado mucho haber fallado en ese vaticinio. Ahora algunos lectores me reprochan a través de mi correo electrónico (afacaton@prodigy.net.mx) mis críticas a López Obrador, y no falta quien las atribuya a malquerencia personal. Creo que debo satisfacer sus inquietudes. Diré primero que jamás he cruzado palabra con don Andrés Manuel, ni de sus actuaciones han derivado para mí provechos o perjuicios, pues ni siquiera vivo en el Distrito Federal. Baso las críticas que le hago -que no ataques- en su conducta. Pienso, como pensé con Fox, que Andrés Manuel López Obrador no está en aptitud de ser un buen Presidente de México, y aventuro que un Gobierno presidido por él haría volver a este país a tiempos de populismo caudillista que no se deben repetir. También ahora estoy por el cambio. No creo que el próximo Presidente de México deba ser Madrazo. Tampoco pienso que deba ser Santiago Creel. He escrito aquí, y hoy lo repito, que considero que ha llegado la hora de tener en México un Gobierno de izquierda, con visión social, que mire más a la justicia y atienda las necesidades de los mexicanos pobres. Pero no considero que López Obrador sea quien mejor puede encabezar ese Gobierno. Sus actitudes lo demuestran, lo mismo que sus antecedentes y la forma en que se ha conducido al frente del Gobierno del Distrito Federal. No me deslumbran las encuestas que muestran su popularidad, ni creo que sea un mártir y que por eso debemos hacernos de la vista gorda ante sus excesos y sus yerros. Igual que hice cuando Fox ahora opino que el PRD tiene valiosos elementos con mayor derecho que AMLO a la candidatura, con más capacidad política, mayor prudencia y buen sentido, y aun quizá con mejores posibilidades de ganar un triunfo para la izquierda, pues un candidato menos controversial y más conciliador unificaría a mayor número de mexicanos en torno de una idea de cambio que también hoy se antoja impostergable, en vez de polarizar al país, de hacer de México un "pueblo en vilo", de tenerlo en suspenso para seguir en los reflectores. Ésa parece ser ahora la estrategia de López Obrador, quien renuncia por conveniencia política a los medios de defensa que la Ley le otorga, en lugar de recurrir a ellos para mantener vivas sus posibilidades de participar en la contienda o exhibir la arbitrariedad que él supone en el Poder Judicial. Seguiré, pues, cumpliendo mi tarea de crítico en relación con López Obrador, igual que hice con Vicente Fox y hago con todos los protagonistas de la vida política de México. Y si AMLO llega a la Presidencia espero andar tan errado en mis predicciones sobre él como acertado anduve -por desgracia- en mis vaticinios sobre Fox... FIN.
