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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

¿Papa de transición? Quién sabe. El último Papa llamado de transición fue Juan XXIII. Electo a los 77 años de edad, su designación fue una sorpresa. Esa vez sí se cumplió el aforismo según el cual quien entra Papa al cónclave sale Cardenal. Muchos daban por segura la elección de Giovanni Battista Montini, el hombre mejor preparado de su tiempo para ocupar el solio de San Pedro. En efecto, había trabajado muy cerca de dos pontífices: Pío XI y Pío XII; conocía como nadie los asuntos de la Curia, y en su carácter de funcionario del Vaticano creó vínculos estrechos con todos los cardenales cuyo voto primaba en la elección. En cambio Angelo Giuseppe Roncalli era hombre de avanzada edad, y por su carácter de diplomático, papel que desempeñó durante 25 años como nuncio papal en Bulgaria, Turquía y Francia, había estado alejado de Roma mucho tiempo. Cuando fue electo Papa muchos pensaron que no haría otra cosa más que guardar la silla que luego habría de ocupar Montini. Y sin embargo a los seis meses de llegar al pontificado aquel Papa de "transición" convocó al Concilio Ecuménico Vaticano Segundo, con lo cual inició la renovación más grande de la Iglesia en los tiempos modernos, e hizo cambios radicales que su sucesor -ahora sí Montini con el nombre de Paulo VI- se vio en la precisión de continuar, aunque en lo privado decía a sus familiares que con el Concilio Juan XXIII había "metido un avispero" en la Iglesia. (Paulo VI le preguntó a su director espiritual qué debía hacer en relación con el aggiornamento empezado por su antecesor. Le dijo el consejero: "Deja que actúe el Espíritu Santo). Sólo cinco años duró el papado de Juan XXIII, de 1958 a 1963, pero ese breve tiempo le bastó para convertirse en el pontífice más amado de su siglo ("el Papa Bueno" lo llamó la gente), para alcanzar la santidad y para dar al mundo "Gaudium et spes", gozo y esperanza. Con la elección de Benedicto XVI muchos católicos sintieron decepción. Esperaban un Papa renovador, y aun revolucionario, que se apartara de la línea tradicionalista marcada por Juan Pablo. A esos católicos -me incluyo entre ellos- les costará trabajo aceptar en esta ocasión la idea de que los Cardenales electores son inspirados por el Espíritu Santo para hacer la designación del Papa, y pensarán que la elección de Ratzinger fue fruto de "la política negra", de cabildeos dentro de la Iglesia. Priva la certidumbre de que el nuevo Pontífice continuará la línea de su antecesor -línea que muchos consideran fue trazada en verdad por el propio Ratzinger, autor principal del nuevo Catecismo- en temas como el divorcio, el celibato sacerdotal, la participación de las mujeres en la Iglesia, el homosexualismo, la eutanasia, el empleo del condón como método contraceptivo o de protección contra el sida, el uso de embriones humanos en la investigación científica, etcétera. Se antojaría imposible que el Papa recién electo llegue a cambiar ni siquiera una iota en esas cuestiones que un elevado número de católicos piensan que por lo menos deberían ser objeto de revisión. Tampoco en esto, creo yo, se han de dar las cosas por sentadas. Podría haber sorpresas. Finco esa suposición -que reconozco osada- en el nombre elegido por el nuevo Papa: Benedicto. Ciertamente tal nombre puede ser por San Benito, el formidable reglamentista de Montecasino, y entonces tal opción sería indicativo de ortodoxia. Pero también el nombre puede aludir al anterior Papa que se llamó así, Benedicto XV, cuyo pontificado duró de 1914 a 1922. Uno de sus biógrafos, Richard P. McBrien, dice que este Papa "puso un alto al destructivo enfrentamiento entre conservadores y progresistas dentro de la Iglesia". En este caso la selección del nombre escogido por Karl Ratzinger puede ser un indicio de conciliación. No descartemos entonces la posibilidad de que Benedicto XVI se aparte en algo de Karl Ratzinger. (Recordemos que Ratzinger antes de ser conservador fue destacado progresista). En todo caso sigamos los católicos el sapientísimo consejo que dio a Paulo VI su director espiritual: dejemos que actúe el Espíritu Santo... FIN.

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