Un muchacho se iba a casar. Corrían los años treintas del pasado siglo. Le preguntó aquel muchacho a su papá: "Padre: ¿realmente es el matrimonio una carga tan pesada como dicen?". Le pidió el señor a su hijo: "Trae una libreta y un lápiz, y anota lo que te voy a dictar". Hizo el muchacho lo que su padre le pedía, y se dispuso a escribir. El señor le dictó: "Primer día. Un kilo de maíz, 15 centavos. Un kilo de frijol, 20 centavos. Medio kilo de arroz, 15 centavos. Un cuarto de tomate, 5 centavos. Un litro de leche, 30 centavos. Y un peso para ir juntando la renta de la casa". Escribió el muchacho lo que su padre dictó. Enseguida le dice el señor: "Ahora dale vuelta a la página y escribe. Segundo día. Un kilo de maíz, 15 centavos. Un kilo de frijol, 20 centavos. Medio kilo de arroz, 15 centavos. Un cuarto de tomate, 5 centavos. Un litro de leche, 30 centavos. Y un peso para ir juntando la renta de la casa". Otra vez el muchacho escribió aquello. "Ahora -repitió el señor-, dale vuelta a la página y escribe. Tercer día. Un kilo de maíz, 15 centavos. Un kilo de frijol, 20 centavos. Medio kilo de arroz, 15 centavos. Un cuarto de tomate, 5 centavos. Un litro de leche, 30 centavos. Y un peso para ir juntando la renta de la casa". Con extrañeza el muchacho volvió a escribir aquello. Le dice su padre: "Ahora dale vuelta a la página y escribe. Cuarto día. Un kilo de maíz, 15 centavos...". El hijo lo interrumpe con enojo. "¡Oiga, papá, ya me cansé!". Le contesta el señor: "Y nada más estás anotando, hijo"... En este cuentecito hay una moraleja: el matrimonio, en efecto, es una carga muy pesada. Tan pesada, decía con cinismo Alejandro Dumas, que se necesitan dos para llevarla, y a veces hasta tres. Por eso nadie debe ir al matrimonio si no va verdaderamente enamorado, pues sólo el amor puede ayudar a sobrellevar las fatigas que el matrimonio trae consigo. En nuestros días esa carga es todavía más pesada, como lo prueba el hecho de que los dos esposos deben trabajar para poder hacerle frente. De tal situación derivó una nueva injusticia para la mujer. La supuesta liberación que le permite trabajar ha duplicado sus tareas, pues a más de la que cumple fuera de su casa sigue haciendo las labores domésticas, en las cuales el varón no participa todavía en la medida en que lo debería hacer. Antes de la liberación femenina la mujer hacía un trabajo; ahora tiene dos. Ojalá se inicie un movimiento de liberación masculina que haga que los esposos no tomen a desdoro ser llamados "mandilones" por ayudar en las faenas domésticas y en el cuidado de los hijos. Ojalá los hombres, igual que las mujeres, también trabajen en su casa... Un enano acudió a la Comisión de Derechos Humanos y presentó una queja: quiso entrar en un club nudista, y su solicitud fue rechazada. Sostenía el chaparrito que ese acto era una clara discriminación contra él por motivo de su condición de enano. El comisionado hizo llamar al director del club. Le dijo: "Ustedes negaron a este señor el ingreso a su club nudista. ¿Lo están discriminando por ser enano?". "De ninguna manera, señor comisionado -responde el encargado-. No se trata de ninguna discriminación. Lo que pasa es que si lo admitimos el señor va a andar metiendo las narices donde no debe"... Un individuo le dijo al juez que se quería divorciar de su esposa. Alegó para fundar su causa: "Tiene la costumbre de fumar cuando hacemos el amor". Replica el juez: "Muchas mujeres fuman durante el acto del amor, y eso les parece a los hombres algo muy sensual". "Sí -reconoce el individuo-. Pero mi esposa me pone el cenicero en las pompas, y se enoja si me muevo y el cenicero se cae"... FIN.