Don Chinguetas fue con el doctor, pues presentaba síntomas de agotamiento general. El galeno, después de examinarlo, le dio una mala nueva: había abusado del sexo a lo largo de su vida, le dijo. Únicamente le quedaban 20 oportunidades para hacer el amor. Después de completado ese número fatal su virilidad desaparecería por completo, su capacidad amatoria quedaría anulada para siempre. Meditabundo regresó a su casa don Chinguetas, y comunicó la noticia a su señora. Ella pensó que tendrían que administrar con cuidado esas veintena de ocasiones. Las reservarían -se dijo- para las fechas especiales: su cumpleaños; el de su esposo; su aniversario de bodas; el natalicio de don Benito Juárez, etcétera. Así, propuso a su marido: "Hay que hacer una lista". "Ya la hice -responde prontamente don Chinguetas-. Y tú no estás en ella"... Un vagabundo iba por la calle. Llevaba la vista fija en el suelo, pues buscaba colillas de cigarro para fumarlas y calmar el vicio. De pronto vio una cartera que a alguien se le había caído. La recogió, sacó los billetes que había en ella -una muy buena cantidad- y volvió a dejar la cartera donde estaba. Luego se alejó del lugar apresuradamente. Mientras caminaba iba pensando que dedicaría el dinero a comprar comida. Fue a un restorán frente al cual pasaba con frecuencia para aspirar los aromas de las sabrosas viandas que ahí se preparaban. Entró, pidió el platillo más caro de la carta y lo disfrutó muy a su sabor. Terminado el banquete pagó la cuenta, dejó una propina generosa y salió del establecimiento. Poco después pasó frente a una casa de mala nota. En ese momento sintió una olvidada conmoción en la entrepierna. Se detiene, dirige la vista a esa parte y pregunta: "¿Y ?ora, tú? ¿Cómo sabes que traigo dinero?"... El negocio de don Avaricio era pequeño: sólo tenía dos vendedores. Un día los llama y les anuncia: "He decidido hacer un concurso de ventas entre ustedes. El que lo gane tendrá derecho a una noche de sexo". Pregunta por broma uno de los vendedores: "¿Y el que quede en segundo lugar?". Responde con toda seriedad don Avaricio: "Ése será el que le dé al otro la noche de sexo"... Viene ahora una digresión de carácter mitológico, a la que seguirá una frase que quizás haga a mis cuatro lectores decir: "¡Uy!"... Escila era una hermosa ninfa que se prendó de un pescador llamado Glauco. La maga Circe, que también ardía en amores por el bello mancebo, convirtió a Escila en un horrible ser acosado por una jauría de perros aulladores. La desdichada se arrojó al mar, desesperada, y desde entonces el sitio donde pereció fue lugar de tormentas y peligros. Frente a los arrecifes de Escila vivía Caribdis, monstruo marino que tres veces sorbía el agua del mar y otras tantas la vomitaba entre horribles bramidos. Aquel paraje, pues, en la costa del mar Tierreno, era mortal para los navegantes: o estrellaban sus naves en las rocas de Escila, o naufragaban en los vórtices causados por Caribdis. De ahí nació la expresión "salir de Escila para caer en Caribdis", que alude a quien escapa de un riesgo para ir a dar a otro mayor. Yo querría que terminara ya el Escila de Fox si no es porque temo llegar al peor Caribdis de López Obrador. (Aquí es donde mis cuatro lectores quizás exclamen: "¡Uy!")... En la noche de bodas el novio se despoja de su bata y se presenta al natural ante su mujercita. Mostrándole los bíceps le dice con orgullo: "Un centímetro más aquí y tendría lo mismo que tiene Mister Universo". Responde ella: "Y un centímetro menos ahí y tendrías lo mismo que tiene Miss Universo". (No le entendí)... FIN.