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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Una señora les contaba a sus amigas: "Mi marido hace conmigo lo mismo que con su bicicleta estacionaria: suda, jadea, se esfuerza mucho, puja, pero no llega a ningún lado"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, llegó a su casa y sorprendió en ella a un raterillo. Le apuntó con una pistola calibre .22, herencia de su difunto padre, y le dijo que iba a llamar a la policía. "¡No me denuncie, amable señorita! -clama el ladronzuelo-. ¡Haré lo que usted me pida, pero no me entregue!". ¿Qué le pidió la célibe doncella a aquel garrido mozo? Mis cuatro lectores lo adivinarán. El muchacho estaba en plena flor de edad, y la señorita Sinpitier ansiaba conocer los deliquios del amor. Es fácil entonces imaginar lo que Solicia le pidió al muchacho a cambio de no entregarlo a la gendarmería. Mas sucedió que por la angustia y susto no pudo el atribulado joven cumplir la prestación que se esperaba de él. Cuando la señorita Solicia vio que el asustado raterillo sería incapaz de hacerle el gusto, le dice con mucha pena: "Lo siento mucho, jovencito. Creo que después de todo tendré que llamar a la patrulla"... (NOTA): A nadie debe extrañar la falla del muchacho. Tales fracasos varoniles son frecuentes, tanto que hasta nombre tienen. Dichas fallas, motivadas por la presión del momento, por el nerviosismo o la tensión derivada de la ansiedad de quedar bien, son resultado del síndrome llamado "de Colleone". Toma su nombre de un infeliz mancebo condenado a muerte por los Borgia. La lúbrica hermana de esos duros tiranos, Lucrecia, dijo al guapo mozo que lo dejaría libre si le hacía el amor. A pesar de saber que en ello le iba la vida, o quizá por eso mismo, no pudo el infeliz levantar la bandera de su varonía, y fue al cadalso. ¡Pobre! Me pongo en su lugar y hasta me corre un sudor frío)... Yo quiero mucho a Nuevo Laredo, Tamaulipas. Tengo en esa ciudad afectos grandes, recuerdos muy queridos. Su gente es laboriosa, hospitalaria y dueña de una noble herencia que la hace amar a México en entrañable modo: cuando al final de la desastrada guerra del 47 quedó Laredo del lado de Estados Unidos, los mexicanos que vivían ahí desenterraron a sus muertos y llevándolos consigo cruzaron el río Bravo a fin de darles sepultura en suelo patrio. Por eso me duele que Nuevo Laredo sufra por estos días los embates de la violencia causada por la criminalidad. Sé, sin embargo, que la comunidad nuevolaredense sabrá superar los efectos de ese mal que ahora la ensombrece. Por cierto, en mi última estancia en Nuevo Laredo, a donde fui invitado por los agentes aduanales agrupados en Demos, una asociación con fines culturales y cívicos valiosos, vi que está en venta la hermosa residencia de la apreciada familia Brittingham Longoria, mansión que la gente ha llamado siempre "la casa de ?Lo que el viento se llevó?", pues se hizo a semejanza de la de Tara, la plantación sureña en la famosa película de Selznick. Ojalá esa preciosa finca pudiera ser adquirida por la Presidencia Municipal de Nuevo Laredo, con participación de la comunidad, pues la residencia forma parte de la mejor tradición de la ciudad, ha sido orgullo de ella, y bien podría destinarse a actividades culturales que mucho beneficiarían a la población. Es una sugerencia que se atreve a hacer alguien que ama a Nuevo Laredo y quiere lo mejor para esta ciudad tamaulipeca, por tantos conceptos ejemplar... En la maternidad de un pueblo sureño de Estados Unidos la enfermera le informa a un hombre blanco: "Su esposa tuvo trillizos". Exclama con orgullo el individuo: "¡Es que tengo un cañón muy poderoso!". Le dice la enfermera: "Pues haga que le limpien el cañón, porque los niños salieron negritos"... FIN.

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