Un señora en buenas carnes, frondosa, apetecible, llegó a confesarse con el padre Arsilio. Le dice: "Soy viuda, señor cura. Mi esposo tenía la costumbre de hacerme el amor cuando al amanecer sonaban las campanas de la iglesia. Desde entonces cada vez que oigo repique de campanas me asaltan las tentaciones de la carne". El padre Arsilio llama al sacristán y le ordena por lo bajo: "Llama inmediatamente a misa"... Rosilita -alma gemela de Pepito- le preguntó a su madre: "Mami: ¿cómo nací yo?". La señora responde con ternura: "Puse una flor en una cajita. A los nueve meses la abrí, y ahí estabas tú". Rosilita puso una flor en una cajita, y aguardó pacientemente el paso de los meses. Cuando llegó el noveno abrió la caja. Adentro había una cucaracha. Le dice Rosilita al feo insecto con rencorosa voz: "Nomás porque eres mi hija, desgraciada, si no ya verías el pisotón que te iba a dar"... Muchos escribidores han puesto el grito en el cielo, en la tierra y en todo lugar porque Marta Sahagún de Fox demandó a la autora de un libro en el cual, considera la demandante, se le hace objeto de calumnias y de difamación. No he leído ese libro: pertenece a un género de literatura -eso de "literatura" es un decir- que bien podría llamarse "pornografía política". El escandaloso título de esa obra ya la hace sospechosa, y evidencia a las claras que quien la escribió busca más el dinero que la verdad. Debo decir que la señora Sahagún no es de mis simpatías. Creo que por ambición e inconsciencia ha hecho daño al Presidente, al País y aun a la Iglesia a que pertenece, pues por su prepotencia obtuvo de ella (y de la lenidad culpable de sus representantes) una anulación matrimonial que causó escándalo en muchos fieles y los hizo decepcionarse de su religión. En este caso, sin embargo, el de las demandas que ha presentado la señora Sahagún, pienso que le asiste la razón. No digo que en verdad haya sido calumniada o difamada: eso lo determinará -si acaso- un juez. Lo que digo es que ella tiene derecho a reclamar los ilicitos de que se considera víctima. Los periodistas caemos en el error de suponer que somos absolutos, y dueños de absoluta libertad; que no debe haber acotación alguna a nuestro derecho de escribir o hablar. Nos prevalemos de leyes obsoletas, urdidas en tiempos en que existía una viciosa complicidad entre los comunicadores y el Estado, por las cuales los ciudadanos quedaron indefensos ante una prensa que muchas veces peca de soberbia y que no quiere reducirse a términos de ley ni se detiene ante ningún respeto humano. Sea cual fuere el efecto de las acciones legales emprendidas por la señora Sahagún, y aunque al final se eche tierra al asunto, como en estos casos suele suceder, su actitud debe servirnos de recordatorio para no olvidar que la tarea del periodista debe fincarse en la libertad, sí, pero acompañada siempre por la verdad y la responsabilidad... Un individuo fue llevado a la presencia de un rudo dictador. "Señor -le informa al déspota el jefe de la policía-. Este hombre vio desnuda a la esposa de usted". "Sáquenle los ojos" -decreta el tirano. "También le hizo una caricia". "Córtenle la mano" -ordena el opresor. "Y también -concluye el jenízaro con vacilante voz- le hizo el amor. ¿Le cortamos la ésta?". "No -sentencia el tirano-. Nada más no le den penicilina. Solita se le va a caer"... El técnico en refrigeración le dice al señor de la casa: "Vengo a ver su congeladora". Se vuelve el hombre y grita: "¡Vieja! ¡Aquí te buscan!"... Don Geroncio, señor de edad madura, casó con mujer joven. Al poco tiempo un amigo le pregunta: "¿Cómo te va con tu esposa?". Responde el flamante marido: "La traigo muerta". Inquiere el amigo bajando la voz: "¿Y no has probado a tomar Viagra?"... (No le entendí)... FIN.