Doña Uglicia, señora poco agraciada por natura, comprose una peluca a fin de mejorar su aspecto. No logró su propósito, digámoslo con franqueza paladina: antes de la peluca doña Uglicia era una mujer feróstica; después fue una feróstica mujer con peluca. Comoquiera se la caló, y muy contenta fue a esperar a su esposo a la salida del trabajo, pues quería darle una sorpresa. También se había comprado la señora un vestido nuevo y unos zapatos con tacón de aguja. Así ataviada se le aprontó al marido cuando éste salió del edificio. Le dijo con sonrisa que pretendía ser muy tentadora: "¿No te gustaría, guapo, pasar un agradable rato conmigo?". "Ni pensarlo -contesta el hombre apresurando el paso-. Me recuerdas demasiado a mi mujer"... Sir Lancelot regresó a su castillo tras dos años de ausencia de su casa, tiempo que dedicó a la cacería de dragones, y encontró a su esposa, lady Guinivére, atetando a un bebé de dos meses de nacido. El sorprendido caballero examina al crío y luego dice amohinado: "Ha de ser de mi amigo sir Cocky. Si no, el papá es mi amigo sir Pricko. O quizá el padre de esta criatura sea mi amigo sir Screwf". "¡Bueno! -exclama con enojo Guinivére-. ¿Tú crees que yo no tengo mis propios amigos?"... En el asiento trasero del automóvil la excitada joven recibía con ardor las sabias caricias de su galán de turno. Le dice acezando de pasión: "¡Dame un beso más, Pitoncio, y seré tuya para toda la vida!". "Entonces ya no te beso -replica él-. Quiero que lo que te he besado sirva para este rato, nada más"... No cabe duda: las frases hechas deshacen muchas cosas. Eso sucedió con el lamentable faux pas -en francés, metida de pata- de Fox cuando dijo que los migrantes mexicanos hacen en Estados Unidos trabajos "que ni los negros ya quieren hacer". Se dejó llevar don Vicente por una frase hecha, y ni siquiera tuvo ocasión de considerar que si bien una expresión así puede usarse en el ámbito amistoso o familiar, en labios de un mandatario suena mal, y ofende lo mismo a los afroamericanos que a los paisanos que buscan en los Estados Unidos lo que su patria no les puede dar. Desde luego el escándalo causado por este nuevo desliz presidencial es una tempestad en vaso de agua, pero precisamente la diplomacia consiste mayormente en evitar tempestades en un vaso de agua. La diplomacia mexicana -¿existe todavía?- tendrá que emplearse a fondo para evitar que la imprudencia de Fox, causada también por su falta de sensibilidad, fruto de la falta de libros, lesione más la relación de nuestro país con el del norte, relación ya de por sí muy lastimada por la impericia del Presidente y de sus más cercanos colaboradores, sobre todo el poco cauto secretario de Gobernación y nuestro desmañado Canciller. Poco tiempo falta para que se vaya Fox. De hecho ya casi se fue. Ojalá en ese tiempo el Presidente se esté más calladito... Don Geroncio, señor de edad madura y de vida probadamente casta, contrajo matrimonio con Pirulina, muchacha joven y avisada. Al comenzar la noche de bodas ella sacó de su veliz dos cosas: un vaporoso negligé y un plumero. Don Geroncio se explicó lo del negligé, pero le preguntó a su flamante desposada la razón por la cual llevaba consigo ese plumero. Explica Pirulina: "Creo que tienes algo que habrá qué desempolvar"... Viene ahora un breve cuento que las personas pudibundas no deberían leer... El muchacho y su novia se iban ya a casar. Él le pedía adelantar las cosas, pero ella se resistía. "Espera un poco más -lo instaba-. Sólo faltan tres meses para que nos casemos". Dice él: "¡Se me va a hacer muy largo!". Y pregunta ella con mucho interés: "¿Qué tan largo?". (No le entendí)... FIN.