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La próxima semana presentaré aquí al matrimonio Hit. Esperen mis cuatro lectores esa presentación... Doña Macalota era una mujer poco dada a sentimentalismos. Estaba en su casa cierto día cuando llegó a buscarla un compañero de trabajo de su esposo. No abrió la puerta doña Macalota: a través de ella le pidió al visitante que le dijera qué se le ofrecía. "Vengo a avisarle -dijo el hombre- que a su marido lo atropelló una aplanadora". "Gracias -responde doña Macalota-. Por favor pásemelo por abajo de la puerta"... Llegó un sujeto al consultorio del siquiatra. Le pregunta el analista: "¿Cuál es su problema?". "Yo no tengo ningún problema, señor mío -responde con arrogancia el individuo-. Soy Napoleón Bonaparte, y como emperador que soy lo poseo todo: infinito poder, riqueza sin medida... La del problema es Josefína, mi consorte". Inquiere el siquiatra tratando de contener una sonrisa: "Y ¿cuál es el problema de Josefina?". Responde el tipo: "Insiste en decir que es la señora González"... El enemigo incendió el fortín donde Babalucas y sus hombres se habían guarecido. Cuatro hombres se colocaron al pie de la muralla con una gruesa manta y les gritaron a los que iban a perecer abrasados (abrasados, digo, no abrazados): "¡Salten! ¡Aquí los cachamos en la manta!". Saltó uno, pero los enemigos, crueles, apartaron la manta y el hombre se estrelló contra el suelo. Igual hicieron a dos o tres más. "¡Salta ahora tú!" -le gritan a Babalucas. "¡Ni madres! -responde él-. También me van a quitar la manta. Déjenla en el suelo y entonces sí saltaré"... Hay hombres a quienes Dios bendice, y de quienes se vale luego para bendecir a los demás. Uno de esos seres privilegiados por Dios (es decir por la vida) o por la vida (es decir por Dios) es el profesor don Juan Nepomuceno Martínez Sánchez. Fue director durante 22 años de la Escuela José de Escandón, prestigioso plantel de Reynosa, Tamaulipas, y llevó a cabo en él una ejemplar labor de formación de hombres y mujeres buenos: el 90 por ciento de los alumnos que pasaron por las aulas de esa escuela en el tiempo de la gestión del profesor Martínez llegaron a ser profesionistas. El sábado pasado se reunieron sus discípulos a festejar los cien años de vida del maestro. La entrañable celebración fue en el Residence, de Monterrey, excelente restorán que tantos recuerdos queridos guardan para mí y que tan grata hospitalidad me brinda siempre. Habló en el acto el ingeniero César Cantú Benavides, tamaulipeco de nacencia, coahuilense de adopción, destacado industrial y además -como dijo de él José Luis Font-, "benefactor de artistas". Con él llevó al grupo "Los camperos", notables intérpretes del son huasteco de las Tamaulipas, y con ellos cantó el profesor Martínez Sánchez ese segundo himno nacional de los nacidos en la Nueva Santander que es "El cuerudo" ("Yendo de Tula a Jaumave..."). También habló el maestro don Juan. En palabras bellamente improvisadas dijo a sus alumnos y a su familia de hijos, nietos y bisnietos: "Pensé que los últimos años de mi vida serían los más tristes. Gracias a ustedes han sido los más felices". ¡Dios nos diera a todos la misma salud, igual lucidez y -sobre todo- tanta capacidad de hacer el bien como dio al maestro don Juan N. Martínez Sánchez! Cien años de vida buena que rindió espléndida cosecha... Don Cornulio le pregunta a su señora: "¿Me eres fiel?". "¡Con toda el alma!" -responde la mujer. Pregunta, receloso, don Cornulio: "¿Y con el cuerpo?"... FIN.

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