El doctor Nietsnie, director del Departamento de Física de la Universidad de Hogsville, llegó a su casa y sorprendió a su esposa en trance precisamente físico con uno de sus estudiantes. “¿Qué es esto?” -exclama el profesor, estupefacto. “Ay, maestro -replica el mozalbete-. No me diga que usted, que es tan sabio, no sabe lo que es esto”... Señala una secretaria en la oficina: “Este fax nos lo manda Babalucas”. Pregunta otra: ¿Cómo puedes decirlo, si no viene firmado?”. Explica la secretaria: “Siempre les pone timbre de correos”... Llegó una pareja a un hotel. Le pide el señor al encargado: “Mi esposa y yo queremos una habitación con tina de baño”. “Lo siento, caballero -responde el del hotel-. Nuestros baños sólo tienen ducha”. Se vuelve el tipo hacia su joven acompañante y le pregunta con melosa voz: “¿Así está bien, mi vida?”. Responde ella: “Sí, señor”... Aquel industrial tenía un excelente obrero, muy responsable, trabajador y cuidadoso de la calidad. Un sólo defecto tenía el tal obrero: todos los lunes llamaba por teléfono y avisaba que ese día no iría a trabajar. “Estoy enfermo” -manifestaba. Y así lunes tras lunes: “Estoy enfermo... Estoy enfermo...”. Un día el industrial le dice: “Eres un buen trabajador, Sempronio, pero no te ayuda mucho, ni nos ayuda a nosotros, ese mal hábito que tienes de faltar todos los lunes. No deberías beber los fines de semana”. Responde el individuo: “No bebo ni una copa, jefe; soy absolutamente abstemio. Permítame contarle la verdad. Todos los domingos mi suegro golpea a mi suegra, y luego se va de la casa. Yo voy los lunes a ver cómo está ella. La consuelo, la abrazo... Una cosa nos lleva a otra, y al rato ya estamos haciendo el amor”. El patrón se queda estupefacto. Pregunta escandalizado: “¡¿Haces el amor con tu suegra?!”. “Patrón -responde el tipo-. ¿No le digo que estoy enfermo?”... Dura lección, pero lección valiosa fue la renuncia de los consejeros del Instituto Electoral del Estado de México. Un grave escándalo de corrupción los envolvió, y al final se vieron obligados a dejar el cargo. Ciertamente esa renuncia no basta para dar por terminado el caso. Se cometió un ilícito, y debe hacerse una investigación a fin de determinar la responsabilidad de los culpables y aplicarles la punición correspondiente. No se debe echar tierra al asunto, ni considerarlo zanjado por la simple renuncia de los consejeros. Más que eso, sin embargo, importa la credibilidad de los órganos electorales, que sufrió grande lesión con lo sucedido en el instituto mexiquense. La claridad de los procesos de elección, su equidad y transparencia, sólo pueden ser garantizados por personas que estén por encima de toda sospecha. Mucho trabajo costó sacar la organización de los comicios de manos del Gobierno para ponerla en las de los ciudadanos. Casos como el acontecido en el Estado de México vulneran gravemente ese importante logro. Esperemos que la nueva autoridad electoral sepa disipar la calígine de recelos y desconfianza que dejaron tras sí los que se fueron. (Voy a anotar la palabra “calígine”, por si se me ofrece después para un discurso)... Cierto investigador social hizo una encuesta para saber a qué horas se acuestan las chicas modernas los fines de semana. Encontró que se acuestan a las dos de la mañana, para poder estar en su casa antes de las cuatro... Le dice una vedette a otra hablando de una compañera: “Nalgarina tiene éxito con los hombres por lo que se pone en las orejas”. “¿Qué se pone?” -pregunta la amiga con mucho interés. “Las rodillas” -contesta la vedette. (No le entendí)... FIN.
